sábado, 26 de mayo de 2012

El mundo subterráneo #7


¿Cuántas horas llevaría ya? Ni se molestaba en mirar el reloj, tenía que seguir. Había hecho algunas pausas y estudiado bien la llama azul que le guiaba. No era cómo la llama negra que vio en la entrada, esta estaba hasta… fría. Pero lo más impresionante, es que podía no solo moverse, sino también transportar cosas y entender las intenciones de la gente sin necesidad de decir nada. Era cómo si tuviera un cuerpo y una mente…



De hecho, cuándo Paul tenía hambre, esta desaparecía y volvía con algunas bayas. Nada más constatar este hecho, el adolescente le pidió a la llama que llevara también comida a sus hermanos de vez en cuando. Ahora solo le faltaba salvarlos…

Unos pasos empezaron a oírse a lo lejos, junto con silbido. Lentamente, Paul miró lo que era. Vio un gigante a lo lejos, cantando, con un gran palo gigante. Y valga la redundancia, porque desde luego, hacen falta dos adjetivos juntos para describir la inmensidad del garrote del gigante. Lo raro de ese gigante, era que llevaba una venda en los ojos…

Paul intentó evitar a ese mastodonte, lo rodeó de lejos. El peligro ya estaba casi pasado, menos mal que el gigante llevaba los ojos tapados…
“Te oigo andar desde lejos, sucia rata. No creas que el sigilo te va a salvar de mí.” El gigante alzó su brazo armado y lo dirigió hacia Paul, fallando el golpe de poco.
“¡Ajá, estás cerca, he oído cómo te asustabas! Y con el miedo, localizarte será una tarea aún más fácil…” Dijo el gigante, sonriendo.

Paul no podía negarlo. Estaba muerto de miedo. Y dentro de poco, estaría muerto de verdad. Muerto en los Infiernos ¿Qué ironía, no? Pero no tenía pensado morir hoy, desde luego que no. Pero sus acciones parecían decir lo contrario. El joven, en todo acto de gloria, corrió del gigante y de un salto, se agarró a la pierna de este, agarrándose de los pelos con fuerza.
“¡¡¡AAAAAAGH!!!” El gigante lanzó una patada y Paul voló unos cuantos metros hasta caer al suelo rodando. Con ese acto tan brusco, la venda se cayó, dejó a la vista un ojo. Un solo ojo. Con un agujero en el centro.
“Polifemo… Con razón tenía pinta de estar cabreado…” pensó Paul, al verlo. Por eso podía encontrarlo tan fácilmente, tras enfrentarse a Ulises y terminar ciego, desarrolló su oído y su olfato para poder seguir viviendo…
“¡Maldito humano, no sabes cómo duele eso! AAARG. Ahora el aire me molesta en el ojo. NO SABES LO QUE JODE ESO, ENANO. Te voy a aplastar, a descuartizar, a MASTICAR LENTAMENTE. ¡¡¡VAS A SUFRIR!!!”. No, rectificó Paul. Ahora, está cabreado. Y ahora, yo tengo un problema bien gordo. Y ciego.

Ahora sí que tenía miedo. El cíclope lo oía respirar, así que tenía que estar en constante movimiento, no intentando esconderse, y cambiar de dirección para evitar los golpes o que encuentre un patrón. ¿Cómo podía librarse de esa cosa? Entonces, pensó en el regalo de Hades… Miró sus puños mientras corría. “¿Qué debería de hacer?” Sin pensarlo, cómo si hubiese tenido una revelación, juntó los anillos y los separó. En una mano, saliendo del anillo, tenía un arco de luz, de la otra mano, tenía una flecha, de luz también. Reaccionando todo lo rápido posible, se giró un momento hacia Polifemo y disparó sin apuntar. La flecha dejó una estela plateada por donde pasó y se clavó de lleno en el ojo de Polifemo, y desapareció segundos después. Paul no sabía cómo reaccionar. En primer lugar, porque había disparado una flecha hecha de luz, con un arco hecho de luz, que salen de unos anillos y que podían hacer daño. En segundo lugar, porque la flecha había dado en el blanco. Podría no parecer raro, si no fuera porque la estela plateada había mostrado una desviación demasiado grande. La flecha había cambiado el rumbo para dar en el blanco. Era una flecha que nunca fallaba. Una de las flechas de Dafne y Apolo.

Unos gritos sacaron a Paul de sus pensamientos. Concretamente, estos:
“SUCIA RATA APESTOSA, ESTO SI QUE ES DOLOR, JODER, ESTO ES UN PUTO MARTIRIO, QUE ES PEOR QUE SI ME DESPELLEJARAN VIVO, JODER. PERO QUE MIERDAS SE TE PASAN POR LA CABEZA, MIRA QUE DISPARARME EN EL OJO CON LO JODIDO QUE ESTÁ, JODER, CON ESTO YA ME HAS CABREADO. VAS A DESEAR MORIR.”
No tenía más tiempo para pensar, levantó el arco y disparó varias flechas seguidamente. Todas acertaron en el ojo. Polifemo no tuvo tiempo ni de gritar, cayó inconsciente en el acto por culpa del dolor.

Paul no se demoró, sería mejor estar lejos cuando recobrara la consciencia. Bajó los brazos y al estar lejos el uno del otro la magia de los anillos desapareció. Apareció la llama. ¿Dónde se habría metido durante la pelea? A Paul no le interesaba realmente, solo era una llama. Una llama azul, sí, pero nada más que eso. Él sólo quería ayudar a sus hermanos, y con el arco y las flechas la tarea que le había encomendado Hade se facilitaría en gran parte.

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