jueves, 6 de marzo de 2014

El reino y la semilla

Lejos, muy lejos, donde no llegan las miradas de aquellos cuya imaginación ha muerto, hay un reino, en cuyo centro esta el enorme castillo, que a su vez, en el centro tiene un gran jardín, y en su centro una semilla gigante.

La forma de la semilla, la de una lágrima, es perfecto. No falla en ninguna parte. Su punta blanqueada y el resto es anaranjada.



Nadie ha conseguido que florezca, tampoco nadie sabe que esconde, pues la bruja que regaló la semilla al rey se guardó el secreto.
Por ello, el rey puso una recompensa para aquel que consiguiera hacerla florecer, la mano de su hija. Desde entonces, miles de pretendientes venidos de todas partes y de todas las formas y clases se han presentado ante el rey para conseguir la mano de la princesa, o solo por simple curiosidad y ver que es lo que la esconde aquel misterio, pero nunca nadie consiguió resolverlo hasta que un jinete llegado de otras tierras portador una regadera especial y unas palabras mágicas nunca antes oída.

Armado con ambas, consiguió hacer florecer la semilla, que al instante se abrió con un sonoro "¡POP!" y de su corazón creció y floreció un árbol cuyas hojas eran palomitas saladas y sus flores palomitas dulces.
Con esta hazaña, el jinete consiguió la mano de la princesa y el reino, palomitas para toda la eternidad.

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