jueves, 20 de febrero de 2014

Tierra la vista

Dejó de mirar por el catalejo, lo guardó y agarró una de las cuerdas anudadas al mástil. Se preparó y saltó. Atravesó el aire mientras descendía a toda velocidad hacía la cubierta. Había cogido demasiado impulso y el salto con aquella trayectoria curva por poco no lo deja sobre el mar.
Ya con los pies sobre la cubierta corrió hacía la popa, donde esperaba que el capitán aguardase.

-Capitán. -lo llamó entregándole el catalejo.

El imponente hombre, no especialmente alto, ni musculoso, pero que se le notaba curtido en mil batallas. Su corta barba negra como su casaca ondeaban al viento, mientras toma el catalejo. Entendió lo que significaba e inició una rápida marcha hacía la proa.



Desplegó el catalejo y escrutó el horizonte. A lo lejos divisa tierra firme. Fue capaz de distinguir la copa de los árboles, la cima de algún montaña y alguna playa.

"Al fin" dijo para si. Anduvo hasta el centro de la cubierta y tomó una bocanada de aire y gritó:

-¡¡Extender todas la velas!! ¡¡Soltad cualquier cosa prescindible!! ¡¡Todo a estribor!! ¡¡Nuestro destino y un tesoro nos aguarda!!

Se volvió al camarote. No dejaba de pensar en todo el oro que le esperaba. Si todo lo que le habían contado y lo que había escuchado era cierto, en no mucho tiempo iba a ser rico, mucho, tanto que no era capaz de imaginar cuanto. Lo que si tenía claro, es que la marina ya no sería un problema.
Su destino, estaba a unas millas y nada ni nadie se le iba a interponer.

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