El grito venía de mi piso. Entré corriendo, pero el portero acababa de encerar el suelo y patiné hasta estrellarme contra los buzones.
-¡Maldito seas! ¡Eres el peor portero!
-¡Un poquito de por favó, que está fregaó! Cojones. -me devolvió.
Pasé de él y me dirigí hacia aquella repugnante voz, pero no sin antes tirarle la fregona, que le acertó en la boca.
Llamé al ascensor, pero este se escuchó caer con fuerza.
Y sí, apareció la monstruosa cosa enmascarada.
-CRUJE TU RUTINA.
-Te voy a crujir la cara. -le amenacé.
Saqué de nuevo el martillo y con un ágil movimiento lo lancé contra el encerado suelo y patinó hasta darse contra la puerta, que le cayó encima y lo calló para siempre.
De todos modos yo lo aplasté un poco más con un par de martillazos. Nunca esta de más.
El jabón le escupió espuma de despecho.
Subí las escaleras y llegué a mi piso, mi madre me esperaba.
Intenté abrir la puerta, pero en ese momento mis vecinos de enfrente, pijos como ellos solos, salieron.
-Osea, super hola. Hacía tiempo que no te veía. Me tenías super, super preocupada.
-Hola Jacqueline.... No tengo tiempo, necesito...
-Ay tonto, ven que te invitó a un tea, que son las five o'clock osea.
Me arrastró hasta su casa.
La casa, rosa y lleno de brillos y ponis que daban ganas de vomitar y otras cosas menos agradables que no conviene contar aquí.
-Ve, sienta, osea, el tea estará super pronto.
Se fue a la cocina..
-Tengo que huir.
-Si, vamos. -dijo mi amigo jabonoso.
Cuando iba a abrir la puerta, hubo un sonido alarmante y a la pija se le había puesto un signo de exclamación en la cabeza. Me había pillado.
-Come pastas de tea, osea.
Y me lanzó todo un paquete entero.
Me tiró al suelo. Cuando me levanté, no se si a causa del golpe vi que tenía un rombo verde en la cabeza, como los de ese juego. Eso me dio una idea.
La arrinconé en la chimenea y la rodeé con sillas... al poco tiempo ardería y no podría escapar.
Salí de la casa y me decidí a entrar en la mía.
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