Tras atravesar varias carreteras cogí una bici abandonada, nada mejor como el medio de transporte.
El jabón con su poder mental subió la bici al cielo y comenzó a volar.
-¿Cómo has hecho eso?
-Soy fan de Spielberg. -respondió.
Para ser fiel a la escena lo senté en la cesta, lástima que sus PM fueran tan pocos, solo duramos unos segundos.
-Acabarás limpiando los peores juanetes. Te lo prometo.
Mientras caíamos recordé el cohete que tenía en la espalda, y lo encendí con una cerilla.
-Nos van a denunciar con tantas alusiones a películas, juegos... -advirtió el jabón.
-Que más da... ¡Hasta el infinito y más allá! -solté.
-¿Alguno más?
-No, creo que ya no me quedan más.
De repente el cohete explotó y se convirtió en Chocapic.
-Lo siento. -dije. -Me quedaba otro en la manga.
-Ya...
Un estruendo. Un mar de chocolate.
-Solo se puede hacer una cosa...
-¿No irás a...?
-¡Si!
Cogí el chocapic y paré el mar de chocolate que se lo chupó el cereal.
-Así están más chocolateados, ¿no? -me preguntó.
-Exacto.
Una vez sorteado el obstáculo, caímos al suelo (o al menos nuestros dobles, para evitar daños) y continuamos nuestra marcha a casa.
Pasamos al lado del niño que hablaba como un viejo, como si no tuviera dientes.
-Esta pasta de dientes contra caries es genial. Este dentista si que sabe. -le dijo la madre abriendole la boca y dejando ver que no tenía dientes.
-Ji,mamah. -sonrió el niño.
Se alejaron y nosotros llegamos a mi bloque de pisos.
-Por fin. -Suspiré.
En ese instante escuché:
-¡CRUJE TU RUTINA!
-NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO. -gritamos. nosotros.
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