martes, 9 de abril de 2013

Alone


Me despierto y todo sigue igual. ¿Qué iba a cambiar si estoy solo? El mundo ha cambiado y ya no queda nadie a parte de mi. Hubo un tiempo en el que no estuve solo, había alguien, pero se fue y me dejo solo.

Me enseñó cuanto sabía, me enseñó a sobrevivir y cuando más lo necesitaba, cuando menos me lo esperaba se marchó. No sin antes dejándome una última tarea, enterrarle. Desde entonces es cuando realmente estoy solo.


Me levanto de la vieja cama y me pongo la vieja raída chaqueta que reposa sobre una destartalada silla cercana y salgo a tientas al oscuro pasillo. Ya no hay electricidad. Se acabo hace mucho, sabía que por alguna parte del edificio había un generador, pero no me hacía falta.

Llego al salón, la parte más amplia de la casa. Estaba llena de trastos que había encontrado en mis "expediciones", puede que nada de lo que hubiese tuviera algún valor o fuera útil, pero los guardaba y me negaba a tirarlos.

Atravieso la estancia esquivando los cacharros y los viejos muebles. Me detengo un momento a ver una fotografía en un marco. Ha perdido casi por completo su color, el cristal esta rajado y el marco no esta en mejor estado. La fotografía muestra muestra a cuatro personas. Parecen felices juntos. Siento algo que me recorre todo el cuerpo. Trato de reprimirlo, de negarlo, pero se lo que es y por qué. Envidia, envidia de estar solo y que esas personas se tengan... bueno, se hubieran tenido alguna vez.

Dejo la foto donde estaba, pero al revés, no quería volver a verla, no de momento.

Me acerco hasta la única ventana que no hay tapiada en la casa. Las vistas dan a una calle no muy ancha con una carretera de cuatro carriles y otra acera tras estas. El asfalto está levantado y rajado, lleno de barro, vegetación que había crecido salvaje. Los coches se amontonaban abandonados por aquellos que habían visto que aquella no era la solución para escapar. Las farolas y semáforos estaban torcidos o arrancados y ninguno tenía luz así como los edificios que se distinguían a los lejos, cuyos perfiles eran irregulares, debido a que la mayoría estaban medio derruidos o comidos por una vegetación que no se había detenido ante nada para crecer.

Haciendo memoria no recordaba haber visto nunca ninguna luz hay fuera, incluso la luz del sol era difícil, de ver, pues el cielo siempre está gris y cubierto normalmente por nubes.

Supongo que aún tenía la esperanza de que algo cámbiese ahí fuera, que hubiese alguien caminando por aquellas vacías calles, motivo por el que me gustaba asomarme al menos una vez al día, aunque nunca nunca cambiaba nada, la imagen permanecía inmutable desde hacía mucho tiempo.

Le doy la espalda a la ventana y apoyo en la pared y me dejo caer resbalándome por la pared hasta sentarme en el suelo. No tenía nada que hacer, todavía tenía algunas latas de comida, por lo que salir no era una necesidad, así que me quedo pensando en el origen de todo, tal y como una vez me lo contaron:

Aunque para mi el mundo siempre lo había sido como lo veía ahora, no siempre fue así. Hubo un tiempo en el que mucha gente vivía en los edificios, aquellos coches circulaban a toda velocidad y grandes naves de metal surcaban los cielos. Sin duda, aquello era lo que más me llamaba la atención, una enorme máquina de metal capaz de volar. Desde que me hablaron sobre ellas había querido ver uno, pero lo más probable es que ya no quedase ninguno, y si quedaban, no estaría en las mejores condiciones para hacerlo. Y todo por culpa de las personas, por sus ansias de tener más, de ser más y de sentirse poderoso había llevado el mundo al borde del cataclismo.

Talaron y quemaron bosques, contaminaron aguas de ríos y mares, cazaron indiscriminadamente. Se cegaron en tener y poseer y para cuando se dieron cuenta de lo que habían hecho ya era demasiado tarde. El daño estaba hecho y era irreparable. El mundo agonizaba y ello trajo consigo miles de penurias que el hombre, en su soberbia pensaba que podría soportar y domar, pero se equivocaba. Lluvias torrenciales arrasaron e inundaron todo a su paso. Hubo terremotos durante días, los cuales se tragaron ciudades enteras, provocaron miles de aludes, montañas se abrieron, volcanes despertaron y, lo peor, desplazaron los continentes. La mayoría simplemente se desplazó, otros se rompieron, unos por la tensión acumulada, otros debido al choque de tierras que se habían empezado a mover. Esto provocó miles de desgracias más.

Y ahí no terminaron los infortunios, los mares y ríos se contaminaron definitivamente, matando a todas las especies que en ellos vivían y convirtiendo el agua embotellada en un objeto muy preciado.

Aunque sin lugar a dudas,que todo el agua que lloviese fuese ahora corrosiva se había convertido en uno de los mayores problemas peligros que debían afrontar.

Al poco de que las catástrofes terminaran, cuando la gran conmoción pasó, la gente comenzó a reagruparse, formando pequeños reductos y poblados, tratando de ser lo que un día fueron, restaurar las ciudad, pero fue imposible. La locura y el miedo había anidado en muchos y se apoderó de ellos haciendo que se enfrentasen a sus semejantes por nimiedades.

El mundo estaba roto y las personas también. La única solución efectiva era la distancia. Los hombres se alejaron los unos de los otros quedándose solos y aislados. Olvidando lo que un día fue la sociedad y aprendiendo a sobrevivir por ellos mismos.

Termino de pensar en el origen de todo, o como mi viejo compañero lo llamaba, el resultado de la codicia humano, y me levanto. Miro de nuevo a través del viejo y sucio cristal. Al principio no me lo creía, no podía ser verdad, no podía haber visto a alguien corriendo por las calles. No podía ser. Llevaba años aquí y nunca antes había visto señales de que aún quedase gente con vida por la zona. Lo más probable es que fuera un producto de mi mente, que me jugaba una mala pasada haciéndome ver lo que quería ver, aunque... ¿Y si no fuera así? ¿y si realmente hubiese alguien ahí fuera? No tenía pruebas de que no fuera real.

Instintivamente corro a la habitación, lleno la mochila con unas pocas provisiones. Busco en el cajón la linterna y un par de pilas. Estoy listo. Quiero saber si realmente estaba solo o no en el mundo.

Observo la habitación unos instantes, puede que no la vea durante mucho tiempo y un sentimiento de melancolía me recorre todo el cuerpo. Sin pensarlo dos veces me sacudo alejando la sensación y corro por el pasillo hacia la puerta que me llevará al exterior, a las ruinas de algo que una vez fue glorioso e inmenso, en busca de un posible semejante.

Puede que no tuviese éxito  pero ya no había vuelta atrás. La puerta se cierra tras de mi con un sonoro golpe que resuena por el hueco y antiguo edificio. Mi búsqueda y aventura acababa de empezar.

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