sábado, 9 de marzo de 2013

Lullaby #Noche2 El peso de la corona (Anochecer)

Desperté en Oniria, tal como había dicho Charlie. Estaba en una especie de Pub, tumbado en un polvoriento sofá de piel. Había una chica con un traje de sacerdotisa barriendo el suelo. No tendría más de 12 años, menuda y de ojos vivarachos, tarareaba una canción animada. Tenía los ojos azules y su pelo... No sabría decir de que color era exactamente. Parecía como si fuera cambiando de color mientras se movía  como si fuera el fondo de una laguna en verano. Cuando vio que me había despertado sonrío y se acercó haciendo el avión a donde estaba.
-Buenos días -Dio un par de saltitos y me miró con los ojos haciendo chiribitas- Eres un humano ¿verdad?

-Ehm...-Me sorprendí un poco de lo rápido que hablaba- Sí, soy un humano, me llamo Luca Serra.

-¡Kyaaaaa! -Dio un pequeño grito de emoción y se puso a observarme con curiosidad- Es la primera vez que veo a un humano de verdad, el Amo Bell normalmente no me deja tratar con los participantes, no sé por qué.

Cuando me fui a levantar noté que tenía puesta la ropa que me habían dado en el mercado en lugar de la que llevaba al dormirme, como era habitual. Además había algo en el bolsillo de mi chaqueta, una especie de piedra blanca que brillaba como si contuviera un rayo de luz de luna. Había visto una como aquella cuando Charlie le pagaba a Krim. Era una piedra de Créditos, algo así como una tarjeta de débito.

-Ah, el Amo me dijo que le diera algo cuando despertara -Vi como se iba tras la barra y sacaba un objeto alargado envuelto en seda de color purpura- Dijo que en cuanto tuviera esto fuera a verle a la casa de té Sakurabi, a dos calles desde aquí, no tiene perdida.

Me entregó el objeto y vi que se trataba de Kirikaze, la espada que me había dado Bell la noche anterior. Pensé si sería verdad que aquella espada me perseguiría también cuando estuviera despierto. En cualquier caso, tome aquella espada entre mis dedos y sentí, de nuevo, su poder. Cuando levanté la vista, la chica había desaparecido y yo estaba solo en aquel lugar. Miré a ambos lados antes de salir a la calle y lo que vi me sorprendió. Era una calle algo estrecha, llena de carteles de neón apagados que anunciaban clubs y restaurantes nocturnos. Sin embargo, parecía como si hubiera estado desierto durante años, las cañerías, que asomaban por fuera de las fachadas mugrientas, estaban oxidadas y enmohecidas y el suelo, en vez asfalto o acera, estaba lleno de hierba y vegetación silvestre, no demasiado alta.

Salí y me puse en marcha en la dirección que se me había indicado y pronto descubrí que casi todas las calles estaban igual. Aquello no concordaba con la imagen que yo había visto desde el cielo, tan luminosa y llena de vida al amanecer, entrados los primeros rayos del sol, aquella ciudad se convertía en un cementerio, silencioso y frío. Como había dicho la niña, la casa de té era inconfundible, pues parecía ser la única zona del barrio donde había algo de ruido. Era un recinto grande, amurallado, de corte oriental, como las casas de los samurai más ricos en la antigüedad. El jardín era muy amplio y se podía oír el murmullo de un pequeño estanque decorativo. La puerta era corrediza y vi que había un sitio especial para dejar los zapatos a la entrada. Alguien más estaba en la casa de té, pues vi allí tres pares de zapatos. Unos mocasines de piel buena, de color marrón y parecían hechos a medida, eran, sin lugar a dudas, de Belphegor. El segundo par eran unas sandalias de esparto, pequeñas, probablemente de mujer y, el último par, eran unas chanclas de playa, de color azul que ponían "Tsunami" en letras de graffiti. Me hice algunas conjeturas sobre de quien podían ser, pero, al final, simplemente dejé mis botas al lado de los mocasines de Bell y entré a la recepción.

El interior de la casa despedía un embriagador olor a té recién hecho y sales de baño. El suelo, de madera estaba casi tan impoluto como las paredes de papel blanco. Podía oír voces al final del pasillo, charlando animadamente, y, como no había recepcionista, fui directamente al lugar del que provenían. Una vez a escasos pasos de la puerta, me pregunté como podía entrar en la sala sin parecer descortés. Finalmente, influido por el entorno, decidí hacerlo al estilo oriental, arrodillado frente a la puerta. Una vez en posición retiré la puerta corredera, lentamente e hice una posición de reverencia, hincando los puños en el suelo, como en esas viejas películas de samurai.

-Lamento interrumpir -Dije en vos todo lo firme que pude- ¿Me han hecho llamar?

Estuve esperando unos segundos antes de levantar la vista del suelo. Lo primero que vi fue la cara de pasmo que se le había quedado al diablo al verme hacer aquella reverencia. Parecía tan sorprendido que se le había caído el cigarrillo al suelo. Estaba sentado de cualquier manera, con su traje caqui habitual, sin la chaqueta, con las mangas subidas y sin corbata. Solo su chaleco permanecía impoluto y bien arreglado. A su derecha se encontraba un hombre que, nada más verlo, me dio la sensación de estar contemplando el océano. Era alto y de facciones bien definidas, sin llegar a ser duras. Su piel era morena y su pelo negro y lacio, brillante, como si acabara de salir del agua. Su loock me recordó un poco al de Charlie; camisa hawaiana y bermudas . También parecía extrañado de mi introducción, aunque también divertido. La última, a la izquierda de Bell, era una chica, de rasgos asiáticos, vestida como una autentica princesa nipona. Era menuda y muy pálida  (aunque quizás fuera solo el maquillaje) y me miraba, algo complacida, con unos ojos dorados, más profundos que la inmensidad del universo. El hombre moreno fue el primero en hablar.

-¡Si que nos ha salido educado el zagal!-Estalló en una carcajada, tan poderosa como una ola al romper- Me gusta tu nuevo médium, Bell.

-¿Ah, sí?-respondió el diablo- Me alegro, a ver cuando me presentas al tuyo.

-Poseidon-san, Belphegor-san... -Dijo la suave voz de la señorita, pausadamente- ¿No vais a invitarle a entrar y a ofrecerle algo de té?

-Claro, Princesa, que descuido por mi parte -Bell me hizo un gesto para que me acercara para sentarme con ellos y cuando estuve suficiente cerca me susurró- Vamos a hacer algo de vida social ¿sí?

-Claro, señor Belphegor... -Cuando dije "señor" Bell puso una mueca de desagrado

-No me llames señor- Replicó- Me hace recordar lo viejo que soy-Señaló a Poseidón sonriendo- Aunque ni la mitad que Don Aguado.

-¡Eh, que no soy tan viejo!-Dijo el aludido, partiéndose de risa- Soy Poseidón, chico, Don para los amigos -me tendió la mano y me dio un apretón amistoso.

-No os pongáis a discutir de edad, niños, yo soy la mas vieja de aquí... -La damisela suspiró y apoyó la cara en la mano- Soy Ōhiru-menomuchi-no-kami o Amaterasu Ō-Mikami -dijo, majestuosa- Pero la mayoría me llama Princesa, encantada de conocerte al fin, Luca -en sus labios se dibujó una cálida sonrisa.

-El placer es todo mio, mi señora- volví a hacer una reverencia.- Liam me habló de vos...

-Liam... -Suspiró algo nostálgica- Sí, aunque probablemente nada demasiado preciso...

-¿Y el Cachorro no ta habló de mi?-Preguntó Poseidón, desviando hábilmente la conversación- Ya sabes, Charles, ahora está en tu equipo ¿No?

Me costó unos segundos atar cabos. Charles era el nombre de pila de Charlie. Él no me había dicho nada de Poseidón ni de Requiem Thunder, pero yo ya suponía que tenían algún tipo de relación. No creía que ir curioseando fuera de buena educación, pero me mataba la intriga.

-No, Charlie no me ha hablado mucho de usted, solo me dijo que era uno de los lideres de Requiem Thunder- Dije, algo nervioso- ¿Se conocen en persona?

-¡Claro que nos conocemos en persona!-Dijo, riendo. Cuanto más lo veía más me recordaba a Charlie, incluso en el color de los ojos, azules como el mar- ¡Somos familia!

-¿Familia...?-Me extrañé de escuchar eso- Pero si usted es un espíritu y él es humano...

-Eso nunca ha sido un problema para mi y mis hermanos -Sonrió con ironía- ¿Nunca has oído leyendas de semidioses?

Ahora que lo decía, si realmente aquel era el Poseidón de la mitología, debía poder tener una forma de ir al mundo humano en forma física. En las leyendas, Poseidón, Zeus y los demás dioses tenían muchísimos hijos con mortales. Por un momento se me cruzó por la cabeza el hecho de que Charlie podía ser uno de ellos.

-¿Charlie es su...?-No sabía si continuar la frase. Aquello me había dejado de piedra. Sabía que Charlie no era un chico normal y corriente, pero de ahí a que fuera un semidiós había un salto importante-

-Es mi hijo, sí... -Sonrió con orgullo- Es un híbrido, pero, por favor, no le trates distinto por ello, le sienta muy mal.

-Quien sea su padre no cambia nada- aquellas palabras me salieron solas- Charlie es él y nadie más.

Por un momento, volví a ver la cara de asombro de Bell y luego el filo de una sonrisa en sus labios. No sabía si aquel comentario había estado fuera de lugar, pero entonces vi como el Dios del mar volvía a reír estruendosamente.

-Tienes que decirme de donde lo has sacado, Bell, cada vez me cae mejor este chico- Sus ojos azules chisporrotearon un momento mientras me miraba

-Ah, un buen hombre de negocios nunca desvela sus tácticas hasta la decimosexta ronda de tequila.

-No vamos ha beber Tequila a estas horas de la mañana, Belphegor-San -Amaterasu seguía impasible y serena- además, el chico no tiene edad para beber.

Los tres espíritus se pusieron a discutir sobre si era o no suficiente mayor para beber y si era una buena hora. La verdad, yo prefería quedarme al margen, pues sabía que cualquiera de ellos podía destrozarme en un suspiro.

Estaba intentando buscar algo que hacer cuando lo vi, en el jardín. Era de la misma estura que yo, quizás incluso de mi misma complexión. Su pelo castaño estaba desordenado y caía sobre su cara, revuelto. Llevaba puesto un chaquetón largo de vestir, con una capucha mal cosida. Debajo llevaba una camiseta negra con un costillar grabado, como un disfraz de Halloween. Sus mitones tenían el mismo estilo y sus pantalones, llenos de descosidos, le estaban anchos. Tenía la cara pintada en colores negro y blanco la figura de un cráneo, como si fuera pintura de guerra. Me llamó la atención que no tenía cejas, por lo que su cara parecía inexpresiva. Sin embargo, lo que más me llamó la atención fueron sus ojos fríos, como los ojos de un muerto. Yo no lo sabía, pero aquel rostro pintado se convertiría en uno de mis peores miedos desde aquel momento.

Su nombre era Styx, y había venido a matarme.

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