sábado, 9 de marzo de 2013

Lullaby #Noche2 El peso de la corona (Medianoche)

Todo fue muy confuso, oí un grito colérico, desgarrado y antinatural, como mil almas siendo torturadas, una garra en mi cuello, unos ojos inexpresivos mirando a los míos... Y la sangre, roja como el rubí y el frío invadiendo mi cuerpo.


El hombre pintado me había atravesado el estomago con una espada de filo serrado de forma irregular, tallada en un hueso enorme. Una siniestra sonrisa se le dibujó cuando me ensartó, pero se le borró enseguida al no oírme gritar. Mi reacción fue casi más rápida de lo que podía pensar. Lo tenía agarrado por la muñeca, evitando que sacara su sable de mis tripas, pues si aquella sierra salía de mi me desgarraría y no habría forma de detener la hemorragia.

El chico, chasqueando la lengua soltó la espada justo a tiempo para esquivar un golpe de Bell, saltando hacia atrás. Cuando los dos se miraron pareció como si saltaran chispas. Aquellos dos se conocían de algo, pero yo tenía cosas más importantes de las que preocuparme, como el agujero en mi estomago.

-Tienes mucho valor para venir aquí sin invitación y atacar a mi médium sin provocación, Styx -Al diablo pareció desagradable pronunciar aquel nombre.- Estás en mi territorio ahora, y fuera de competición, así que puedo destrozarte por esto.

-¿Sin provocación?-dijo el muchacho. Su voz sonaba estridente y demencial.- Tu sabes muy bien que yo no empecé esta guerra, Belphegor.

-Styx-kun... -Era la voz de Amaterasu la que intervino. Su rostro sonreía, pero su voz destilaba una ira fría e inhumana- Dile a mi dulce hermana que te compre un bozal, te hace falta urgentemente.

El tal Styx le hizo una mueca de desprecio a la diosa, pero antes de que replicara, sonó un fuerte crujido y el chico yacía en el suelo, con los brazos y piernas en posición imposible, como una marioneta a la que le cortan los hilos. Tenía los huesos rotos y unas gotas de sangre le rodaban desde los labios. Me estremecí de ver lo poderosa que era aquella mujer, a primera vista inofensiva. Pero algo me sacó de mi asombro rápidamente. Entre crujidos y extrañas convulsiones, Styx se levantaba tirado por algo antinatural y maligno. Una fuerza terriblemente poderosa lo mantenía con vida.

-Márchate, o me divertiré averiguando hasta que punto te hace inmortal la protección de Bonny, engendro-Los ojos de la diosa parecían dos soles incandescentes, llenos de ira asesina.

Al parecer, incluso aquel monstruo se vio intimidado por el tremendo poder de Amaterasu, porque, sin más palabras, se dio la vuelta y desapareció. No fue algo teatral, con humo o disolviéndose en sombras ni nada por el estilo. Simplemente, un segundo estaba ahí y al siguiente no. Contado así puede parecer muy largo, pero debieron pasar menos de dos minutos desde que lo vi hasta que se fue.

Me quedé  semiinconsciente mientras Bell y la diosa del sol trataban de sacarme la espada sin que me desangrase. No recuerdo exactamente que pasó después. Cuando recuperé la conciencia estaba en una habitación contigua, con el vientre vendado, tendido en un futón. Bell estaba en la esquina, fumando como una chimenea, mirando el jardín. Cuando se dio cuenta de que estaba despierto, apagó el cigarrillo y se acercó a mi, nervioso.

-¡LUCA!-Parecía tan preocupado que casi tropezó al venir a verme- Buf, menos mal, creí que no lo contabas...

-¿Quien...-A penas podía hablar, así que la pregunta se quedó a medias en mis labios.

-No te preocupes por eso ahora... Demonios, eres propenso a que intenten asesinarte ¿eh?- Rió como pudo y me apartó el pelo de la cara.

-Eso... parece... -intenté reír también- Bell... quería preguntarte... sobre Alice.

-Oh, bueno, lo sé casi todo de ella -Se encogió de hombros- ¿Que quieres saber?

-¿Que fue... lo que te robó?- La espiral de luz en sus ojos pareció apagarse un poco.- Sin medias tintas, por favor...

-Ella... se llevó una de las plumas de Gabriel...-Miro al suelo- La última cosa que me quedaba para recordarla...

Asentí en silencio, pese a que no lo acababa de entender, supuse que la tal Gabriel había sido alguien muy importante para Bell. Si así era, entendía que se enfadar si le robaran lo último que le quedaba de ella. Pero no entendía por qué Alice le robaría algo así a Bell.

-¿Por qué te la robó?

-Al principio creí que para venderla... Las plumas de ángel valen una fortuna -Miró a su espalda, como buscando algo que le faltaba- Pero luego entendí que fue porque no tuvo otra opción...

-¿Que quieres decir?

-Oh, no quieras saber todo de una vez... Si ella quiere que lo sepas, lo acabarás sabiendo. -Sacó otro cigarrillo y lo encendió con un pequeño chasquido de dedos.

-Bell... ¿Por que eres tan bueno conmigo? -No creo que se hubiera preocupado tanto por alguien que había conocido hacia dos días, aunque fuera su médium.

-Porque esa espada iba a por mi corazón y si no te hubieras puesto en medio, ahora yo estría muerto.- Sus palabras sonaron solemnes y veraces.

Poco a poco recordé como me había interpuesto entre Styx y Bell. Ni siquiera lo había pensado, simplemente, mi cuerpo había actuado por su cuenta. Aunque eso fuera cierto, intuía que había algo más tras la amabilidad de Bell. Quizás tuviera que ver con aquel extraño brillo que veía en sus ojos que me resultaba tan familiar. Quizás fuese porque le recordaba a alguien. O puede que, simplemente, aquel pobre diablo fuera, en el fondo, una persona de buen corazón.

Sea como fuere, en aquel instante, alguien tocó a la puerta. Estaba justo en la dirección de mi cabeza y, ya que no podía girarme, no pude ver quien era la persona que entraba, pero sí como en la cara de Belphegor se dibujaba una expresión de sentimientos encontrados. Finalmente, se levanto y se fue al jardín a seguir fumando sin mediar palabra.

-Sigue sin perdonarme...-Era una voz que me sonaba tremendamente familiar- Y tu preocupándome, estúpido.

-Bueno, tampoco es como si fuéramos novios para que te estés preocupando por mi cada dos por tres, Alice -Sonreí al saber que era ella la que me hablaba, desde un lugar donde no podía verla- ¿O sí?

-Estás en la lista de posibles, no te lo tengas tan creído -Rió la broma- Parece que tienes la manía obsesiva de intentar que te maten.

-Es uno de mis muchos defectos... -Me molestaba no poder verla, pero sabía que si me giraba se me abrirían las heridas.

-Todos tenemos defectos, aunque unos más que otros -Había melancolía en su tono- Te estás volviendo popular. Aun no ha empezado la Fiesta y ya te ha intentado matar uno de los peces más gordos del torneo.

-Supongo que es un honor. -Intente girar la cabeza como pude y lo que vi me sorprendió.- Alice... ¿Por qué tu pelo y tus ojos están...?

-¿Brillando? -Efectivamente, sus ojos y su pelo se habían vuelto luminosos y de un color rubio casi platino. Se notaba que era ella, pues sus rasgos eran iguales, pero parecía tan... distinta- Creo que debería contarte el porqué ¿No?

-Sería una gran idea... -No sé si conseguí disimular o no mi asombro- Tiene algo que ver con la Pluma de Gabriel ¿No?

-Sí, tiene que ver, chico listo -Dijo, algo cabizbaja- Pero es algo largo de explicar...

-Te prometo que no me moveré de aquí.-dije, señalando mi herida.

-Vale, pero procura no interrumpir hasta el final- cogió aire- Bien ¿por donde debería empezar?

1 comentario: