¿Cuanto tiempo llevo aquí? ¿Días?
¿Años? ¿Meses? ¿Horas? Ya no sé. Me trajo aquí porque me
quería. O eso dice él siempre. Al principio todo eran mimos,
caricias, inclusos besos. Pero cuando vio que rechazaba todo de él,
cuando vio como temblaba cuando el llegaba y que no paraba hasta que
él se fue, su amor se retorció sobre si mismo y se transformó.
Ahora no importa si él esta o no, siempre tiemblo. Tiemblo por no
saber cuando llegará, tiemblo por todos mis recuerdos en los que él
está. Tiemblo de terror.
La pequeña luz que filtra el hueco
entre la pared y el suelo cobra vida, se mueve, tintinea, desaparece,
luego se escucha como la cerradura gira sobre si misma y chilla
avisándome. Él me llama por mi nombre de forma cariñosa, se nota
ternura en la voz, pero no es más que un cordero con piel de lobo.
La puerta chirría, se abre y ahí esta
aquel que dice amarme, aquel que me encerró entre cuatro paredes y
hace florecer en mi piel marcas purpuras. Dice que no he de temerle,
pero es difícil no hacerlo.
Levanto la mirada lentamente, me duele
todo el cuerpo al hacerlo. Y ahí esta. Esa mirada.... Lo que con la
voz dice, con los ojos lo desmiente. Todo cuanto veo en ellos es
locura y obsesión pero, ¿no habría que estarlo para hacer lo que
me hace?
Hoy ha llegado el día, todo el miedo y
dolor que me ha infligido se ha acumulado, mi determinación ha
crecido y hoy pienso ser un ave que es escapa de su jaula.
Se acerca a mi con lentos pasos. No
aparto mi mirada de la suya. Se relame. Se lo que quiere. Mi mente
revive los recuerdos y tiemblo un poco más. Mi decisión crece.
Cuando lo tengo enfrente, cuando se ha agachado para estar a mi
altura, cuando con un simple gesto y un par de dedos apoyados en mi
mentón alzan mi cara para verme, aprovecho y me lanzó sobre él.
Como esperaba no me se lo esperaba y su cara de satisfacción se
rompe y aparece la sorpresa. Forcejeo con él. Escucho lo que me
dice. Nada nuevo, viejas palabras de desprecio usadas cuando su
muñeca no hacía lo que quiere. Palabras que usaba para amaestrar y
vejar. Ahora las usa nuevamente como armas, pero ahora no sirven de
nada.
El forcejeo termina cuando su cabeza se
encuentra con la pared y se queda quieto. Inmóvil. No hay respuesta,
solo unos ojos entre sorpresa y locura.
Cuando la pared tras él poco a poco se
tiñe carmesí, mi mente se da cuenta de lo que ha pasado. Se que he
ganado, ¿pero a que precio? Tengo miedo. Mucho, pero soy libre.
Con pasos inseguros me acercó hacia la
puerta, aún abierta. No soy capaz de creer aún lo que esta pasando.
No es más que un sueño más de los muchos que he tenido durante las
noches en estas cuatro paredes. Sueños febriles que desaparecen al
abrirlos ojos, pero esta vez parece que no todo se desmoronará, esta
vez todo parece real. Y lo es. Soy consciente de ello cuando al fin
consigo poner un pie fuera de mi prisión y respiró con unos ajados
pulmones una bocanada de aire fresco que hacía mucho tiempo que no
probaba. Había sido capaz de superar sus miedos y liberarse de aquel
terrible carcelero.
Gu-a-u. Y sé que se pronuncia en una sílaba pero lo separo porque si no no se puede expresar adecuadamente mi sorpresa.
ResponderEliminarAterradoramente precioso. Un diez.