miércoles, 19 de diciembre de 2012

El lago

Tras un largo viaje al fin me encuentro ante mi destino, un gran lago, cuya quietud tranquiliza y enerva mi alma a partes iguales. Se decía que del agua de sus olas obtendría la cura para la maldición, pero no hay olas, solo una superficie plana, lisa, un perfecto perfecto reflector, un espejo líquido.


Cayó de rodillas, vencido al borde del lago, tanto viaje para nada. La frustración se tornó ira, odio... Miró su reflejo en el agua, su mirada cansada, su rostro sucio estaba surcado por dos perlas saladas transparentes que caían por sus mejillas lentamente atravesando la suciedad. Con lo furioso que estaba no había notado de que había empezado a llorar.

Se enjugó las lágrimas y golpeó con fuerza su reflejo en el lago. El agua empezó a temblar, primero lentamente, luego más rápido, hasta que el lago parecía un pequeño mar en medio de una tormenta. Todo el furor del agua se fue acumulando en el centro del lago y abandonando al resto del agua. La furia del agua acabo creando una torre de agua que se mantuvo unos instantes y luego empezó a bajar.

Los ojos del buscador, que no se habían perdido ni un instante de aquel hecho, se quedo aún más asombrado cuando de la extinta torre de agua apareció una mujer. Era joven, de cabellos oscuros y largos que flotaban en el aire como si estuvieran sumergidos en el agua, unos ojos azules, unos carnosos labios pintados de azul y una vaporoso traje de una clara tonalidad azul.
Le tenía hipnotizado, tanto que no se extraño cuando posó su finos pies en las calmadas aguas y esta ni se inmutó ni en ese momento ni tras cada pasa que dio hasta llegar hasta él.

Se puso en pie y la miró aun más. Sus carnosos labios, sus marcados y pálidos pómulos y sus azules ojos, que le recordaban a las profundidades del mar.

-¿Qué deseas? -su voz sonaba cálida y fluida.

Su voz le sacó de su ensimismamiento y con torpeza, producida por lo que le imponía aquella persona, le contestó.

-Bu...Buscaba el agua que.... cura todo los males.
-Has venido al lugar indicado. Puedo darte la cura, pero como todo, tiene un precio. -El viajero tragó saliva, no estaba seguro de ser capaz de pagar el precio. -¿Estás dispuesto a pagarlo?
-No... No se si tengo dinero suficiente... -la muchacha rió y el se sonrojó.
-No todo lo valioso es de metal o son cristales precioso.
-Entonces... ¿Qué quieres como pago?
-Algo único. Algo que solo tú posees. Quiero tus lágrimas.

No daba crédito a lo que oía. ¿Solo unas lágrimas a cambio de una cura para cualquier enfermedad? No podía ser cierto.

-¿Y bien?
-Sí. Acepto.
-Muy bien.

Ella hizo un gesto con la mano y las lágrimas que aún le quedaban en su rostro se despegaron de él y empezaron a flotar como unas perfectas esferas circulares totalmente transparentes. Todas se unieron hasta formar una más grande, tras lo cual se acercaron hasta la mujer, que extendió la mano y se quedo flotando a pocos centímetro de su palma.

Aún asombrado, no dejaba de estar ansioso por obtener cuanto antes aquel mágico elixir. Por lo que cuando la diosa se alejo unos pasos sintió un poco de miedo pensando que le había engañado.

-No te he engañado. Descuida. -se quedó de piedra al escucharla decir esas palabras.

Se agachó y acercó la palma de la mano libre a la superficie del agua y la alejo lentamente. Un pequeño torbellino de agua ascendió siguiendo a la mano. Cuando desapareció dejó ver un pequeño frasco de cristal con filigranas de oro incrustadas y una boquilla y un tapón también dorados.
La recogió, la llenó con agua del lago hasta la mitad. Luego se la acercó a uno de los ojos, los cerró y dejo caer dentro un par de perladas lágrimas. Para terminar, paso la boquilla del frasco por la esfera cristalina que tenía en la otra mano e introdujo varias. Tras esto cerró el frasco y dejo caer la esfera que cayo lentamente y se fundió con el lago.

Con lentos pasos volvió con su visitante y le extendió el frasco, cuyo contenido había tomado un claro tono azulado que recordaba al hielo.

-Tus lágrimas son realmente puras. Gracias a ello la eficacia del elixir es mucho mayor que de costumbre.
-Muchas gracias. -dijo intentando contener las lágrimas, pero no era capaz, por lo que se las enjugaba rápidamente.
-Tómalo, es tuyo. -Ella le extendió el frasco, que él cogió con unas temblorosas manos.

Ella se le acercó, le limpió las últimas lágrimas que le estaban cayendo por la cara y le dio un beso en la mejilla.

-Todo ira bien.
-Gra....gracias...

Se alejó de él y se adentró de nuevo hacía el centro del lago. A cada paso se iba hundiendo un poco más. Él la observó hasta que se hundió completamente. Luego, con paso ligero salió de la cueva, tenía que volver cuanto antes.

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