lunes, 10 de diciembre de 2012

Destino: ¡Anor Londo!

El descenso fue largo y costoso. Las piedras se soltaban e intentaban hacerlo caer, pero la determinación de aquel hombre no conocía la flaqueza y siguió el peligroso camino hasta llegar a tocar el suelo firme.

Sin embargo, tras casi dos días de bajar sin descanso, sus dedos no respondieron a su voluntad y el caballero cayó al vacío. aquella montaña parecía no tener fin ya que no alcanzó a tocar el suelo durante varios minutos.

Cuando por fin vio la tierra acercándose a él, no pudo evitar que se le escaparan un par de lagrimas. Había recorrido todo el camino para nada. No podía ser. no quería admitirlo. Con tremenda ira y frustración, soltó un alarido tan fuerte que debió oírse hasta en el ultimo confín del este.

-¡CUIDADO!-gritó una voz aguda. Segundos después, vio un brillo azulado que lo envolvió y le paro a escasos centimetros del suelo.

-¿Pero qué...?- El prófugo se miró, sano y salvo (excepto por su horrible aspecto de No-Muerto) y después miró a su alrededor para buscar a su salvador. Lo encontró en un hombre joven, de no más de veinte años, de cabellos castaños recogido en una coleta y mirada penetrante ataviado con túnicas de mago, sosteniendo un largo báculo plateado en su mano derecha.- Gracias, chico -Hacia mucho que no usaba su voz y ahora, convertido casi del todo en hueco se le antojaba extraña y aterradora- Me has salvado la... -La palabra salió algo forzada de sus labios- vida.

-Ah, no es para tanto, solo habrías vuelto a la hoguera más cercana pero no me parece correcto dejar morir a la gente, aunque sean no-muertos como tú- aquellas palabras parecían sinceras. mientras el chico le tendía la mano dijo- Me llamo Adrien de Vinheim.

-Alexander... -El caballero le estrecho la mano, al principio con desconfianza- Alexander de Astora, segunda espada de su majest... -Se corrigió- Bueno, ex-segunda espada.

El hombre, para mostrarle su confianza se quitó el casco y dejó al descubierto su horrible rostro de No-Muerto. De su cabeza caían lacios y desordenados lo que antaño fue una hermosa cabellera plateada. sus ojos desprovistos de vida miraron al joven hechicero que para sorpresa de Alexander no mostró miedo ni repulsión en su rostro, simplemente continuó hablando como si nada.

-Voy de paso hacia Anor Londo, la ciudad de los dioses- El mago sacó una espada larga de su bolsa de viaje y se la tendió al caballero- Tomad, yo no sé manejarla y creo que a vos os será más útil que a mi.

-¿Anor Londo?-Le miró extrañado mientras tomaba el pomo de la espada. Todo el mundo había oído hablar alguna vez de la mítica ciudad de los antiguos dioses, escondida en algún lugar de la misteriosa tierra de Lodran donde aun gobernaban los grandes señores, pero ir allí sería una aventura imposible. Él solo quería volver a su hogar y vivir una vida feliz y tranquila el resto de sus días. Pero por alguna razón no sentía que aquello fuera a salirle bien. En cuanto volviera a Astora lo cogerían y lo encerrarían de nuevo. Además, estaba en deuda con aquel brujo- Es peligroso ir solo hasta allí... Os acompañaré. No tengo nada mejor que hacer, al fin y al cabo.

-Oh ¿De veras?-Respondió Adrien- Muchas gracias, Sir Alexander, seguro que el camino se hace más sencillo si vamos los dos juntos-El hechicero le dedico una radiante sonrisa que terminó de calmar a Alexander-

Aquel muchacho parecía un chico simpático y en sus ojos se reflejaba algo que Alexander no había visto desde que lo separaron de su hija: Inocencia. El joven estaba más verde que la hierba. Probablemente acababa de salir de aquel colegio de magos y no había visto la sangre humana y mucho menos la había derramado. El mundo en el que se encontraban no estaba hecho para gente de buen corazón como él. Alexander sintió cierta compasión por el chico. Si él hubiera sido un bandido y no un caballero probablemente se habría aprovechado de su buena fe y le habría robado todo lo que tuviera, incluida la vida.

Observo la espada que el mago le había proporcionado. Era una espada recta de un metro de filo, más o menos y un palmo y medio de empuñadura. Hizo un par de molinetes con ella en sus manos. Era un buen acero, pero su cuerpo de No-Muerto no le permitiría manejar con soltura aquel filo. Sin un escudo tenía dos opciones; usarla a dos manos o arriesgarse a usar contra ataques. Una vez, en Astora, Alexander había sido la segunda espada de su majestad, lo que implicaba que era capaz de realizar contragolpes con gran precisión, pero aun así era una tecnica muy arriesgada sin un escudo.

De forma inconsciente empezó a jugar con un mechón de su largo cabello albino, lo cual, al parecer, llamó la atención de su compañero. El caballero dejo de hacerlo en cuanto se dio cuenta de que su amigo le observaba. Aquella era una mala manía que había heredado de su madre. Cuando pensaba o simplemente cuando se aburría empezaba a jugar con su pelo.

-Tenéis un extraño color de pelo -Dijo el hechicero, mientras daba vueltas a su bastón y se preparaba para ponerse en marcha- ¿Sois un anciano? Parecéis joven para tener el pelo gris... además, lo lleváis muy largo, como las mujeres.

-Eso... -Se recogió el pelo en una coleta y se volvió a calar el yelmo- En la familia de mi madre, en cada generación, nace una persona con el cabello plateado, aunque al parecer suele ser también maldecido con la marca oscura. -Se llevo los dedos al cuello tocando aquel signo malicioso- normalmente son mujeres, así que no se suele descubrir que son No-Muertos hasta muy avanzada edad pero yo perecí por primera vez en la guerra contra Carim... Hace ya unos años de aquello -El mago lo miro con curiosidad y Alex comprendió que quería conocer la historia completa.- El resto te lo contaré si llegamos a Anor Londo con vida... o lo que nos quede de ella JA, JA, JA, JA-Su risa sonó algo sarcástica y terrorífica-

-Entonces emprendamos el camino...-Echó a andar por la senda de tierra- Me encantan las buenas historias, así que ardo en deseos de oír la vuestra -Y sin más dilación ambos emprendieron el camino que les llevaba a su destino.

Aquel encuentro no había sido casual ya que nada pasa por casualidad. No era sino un paso más a través de la senda que esperaba al desdichado caballero de Astora.

2 comentarios: