lunes, 27 de agosto de 2012

El mundo subterráneo #9


Paul estaba solo en la oscuridad, terminando la comida que había recibido. La llama estaba tardando más que de costumbre en volver. Escuchó un grito de desesperación, pero muy muy lejano. Era un grito de mujer. Antes de poder pensar en ello, la llama apareció, dando vueltas alrededor del joven, como alarmada, moviéndose de un lado a otro. Paul trató de tranquilizar la llama -demasiado surrealista, pensó Paul- que, de pronto, se puso a ras de suelo y dejó un rastro azul que duró unos segundos.
“IMPOSIBLE. Tienes que volver. No me moveré de aquí, te lo aseguro, pero hay que hacer algo y solo tú puedes. No puedo dejarles morir de hambre.” La llama desapareció en seguida. Se volvió a oír el grito, más cercano.


Herc estaba desolado. Confiaba en sus hermanos, sabía que se habían salvado y estarían tratando de escapar y salvarle. Lo sabía por la llama azul. ¿Qué sentido tendría si no? La llama no parecía llevar comida a ninguno de los gigantes encadenados, y llevaba suficiente para una persona normal. Pero no podía quedarse ahí, mientras otros arriesgaban su vida para ayudarle a él. Su sentido de la justicia no se lo permitía. No podía quedarse ahí. Decidido, se levantó y miró al pie gigante delante de él. Agarró un trozo de piel y con el otro brazo, impulsándose de un salto, agarró un pelo del centímano. Sintiendo una ligera punzada de dolor, el centímano dio una pequeña patada al aire, lanzando a Herc hacia delante. Estaba fuera de la cueva.

Ignorando las torturas a su alrededor, Herc salió del Tártaro y se dirigió hacia los Campos Elíseos, buscando a sus hermanos que debían haber cogido ese camino.
No encontró ninguna salida, pero, cuando estaba ya retirándose, vio algo que le impactó. Jules. Estaba pegado a un árbol, completamente desolado.
“¡Jules, qué haces aquí! ¿Dónde está Paul?
-Paul se ha ido. No puedo separarme del árbol. Paul debe de estar bien, es muy listo, y creo que me manda comida normal, en vez de estas malditas granadas. Pero dime, ¿cómo has logrado escapar?
-Escalé el pie del gigante ese. Y yo también he recibido comida, de una llama azul. Me ha parecido muy raro, la verdad. Pero lo importante ahora mismo es sacarte de aquí. ¿Qué es lo que pasa que no puedes separarte del árbol?
-Siempre he de tener un trozo del árbol pegado a mí, porque he comido una granada de él, o algo así. ¡Es muy raro, simplemente no puedo separarme!
-Creo que sé como arreglarlo. Deja solo un dedo pegado al árbol.
Así lo hizo Jules, sin siquiera preguntar, confiando en su hermano. Herc agarró el brazo de Jules y empezó a tirar. “AAAAAAAAAAAAARGPARAPARAPARAQUEMEARRANCASELDEDO” empezó a gritar Jules. Herc paró de tirar y pensó un rato más. Acto seguido, golpeó el árbol repetidamente, cerca de la zona donde estaba el dedo de Jules. Al final, consiguió arrancar un trozo de madera alrededor del dedo. Jules cayó al suelo tras separarse al fin del árbol. Herc le ayudó a levantarse, y salieron de los Campos Elíseos.
De nuevo en la bifurcación, volvieron a buscar por donde debían ir. Esta vez, sin la ayuda de su hermano. Jules se apoyó en un montón de rocas. Una pequeña piedra le cayó en la cabeza y le hizo mirar hacia arriba. Fue como una revelación.

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