Paul
estaba solo en la oscuridad, terminando la comida que había recibido. La llama
estaba tardando más que de costumbre en volver. Escuchó un grito de
desesperación, pero muy muy lejano. Era un grito de mujer. Antes de poder
pensar en ello, la llama apareció, dando vueltas alrededor del joven, como
alarmada, moviéndose de un lado a otro. Paul trató de tranquilizar la llama
-demasiado surrealista, pensó Paul- que, de pronto, se puso a ras de suelo y
dejó un rastro azul que duró unos segundos.
“IMPOSIBLE.
Tienes que volver. No me moveré de aquí, te lo aseguro, pero hay que hacer algo
y solo tú puedes. No puedo dejarles morir de hambre.” La llama desapareció en
seguida. Se volvió a oír el grito, más cercano.
Herc
estaba desolado. Confiaba en sus hermanos, sabía que se habían salvado y
estarían tratando de escapar y salvarle. Lo sabía por la llama azul. ¿Qué
sentido tendría si no? La llama no parecía llevar comida a ninguno de los
gigantes encadenados, y llevaba suficiente para una persona normal. Pero no
podía quedarse ahí, mientras otros arriesgaban su vida para ayudarle a él. Su
sentido de la justicia no se lo permitía. No podía quedarse ahí. Decidido, se
levantó y miró al pie gigante delante de él. Agarró un trozo de piel y con el
otro brazo, impulsándose de un salto, agarró un pelo del centímano. Sintiendo
una ligera punzada de dolor, el centímano dio una pequeña patada al aire,
lanzando a Herc hacia delante. Estaba fuera de la cueva.
Ignorando
las torturas a su alrededor, Herc salió del Tártaro y se dirigió hacia los
Campos Elíseos, buscando a sus hermanos que debían haber cogido ese camino.
No
encontró ninguna salida, pero, cuando estaba ya retirándose, vio algo que le
impactó. Jules. Estaba pegado a un árbol, completamente desolado.
“¡Jules,
qué haces aquí! ¿Dónde está Paul?
-Paul
se ha ido. No puedo separarme del árbol. Paul debe de estar bien, es muy listo,
y creo que me manda comida normal, en vez de estas malditas granadas. Pero
dime, ¿cómo has logrado escapar?
-Escalé
el pie del gigante ese. Y yo también he recibido comida, de una llama azul. Me
ha parecido muy raro, la verdad. Pero lo importante ahora mismo es sacarte de
aquí. ¿Qué es lo que pasa que no puedes separarte del árbol?
-Siempre
he de tener un trozo del árbol pegado a mí, porque he comido una granada de él,
o algo así. ¡Es muy raro, simplemente no puedo separarme!
-Creo
que sé como arreglarlo. Deja solo un dedo pegado al árbol.
Así
lo hizo Jules, sin siquiera preguntar, confiando en su hermano. Herc agarró el
brazo de Jules y empezó a tirar. “AAAAAAAAAAAAARGPARAPARAPARAQUEMEARRANCASELDEDO”
empezó a gritar Jules. Herc paró de tirar y pensó un rato más. Acto seguido,
golpeó el árbol repetidamente, cerca de la zona donde estaba el dedo de Jules.
Al final, consiguió arrancar un trozo de madera alrededor del dedo. Jules cayó
al suelo tras separarse al fin del árbol. Herc le ayudó a levantarse, y
salieron de los Campos Elíseos.
De
nuevo en la bifurcación, volvieron a buscar por donde debían ir. Esta vez, sin
la ayuda de su hermano. Jules se apoyó en un montón de rocas. Una pequeña piedra
le cayó en la cabeza y le hizo mirar hacia arriba. Fue como una revelación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario