domingo, 6 de noviembre de 2011

Bloodlust

¿Por qué no? Solo sería una vez, para probar que se siente y para desfogarme. No podía ser tan malo, ¿no?

Era de noche. Salí con lo que tenía puesto, que más daba, para lo que iba a hacer no necesitaba engalanarme. Solo cogí lo que me hacía falta y salí. Cerré la puerta. ¡Vaya! Me había olvidado de las llaves... Da igual, no creo que me vayan a hacer falta. No creo que vaya a poder entrar otra vez.

Camino por las calles, la gente no suele fijarse en mí, pero esta vez es diferente, pase por donde pase todos me miran con caras de horror y huyen despavoridos. Creo que son un poco exagerados, pero no me importa, al menos así se dan cuenta de que estoy, de que existo. Me gusta esta sensación.



Tras andar sin detenerme llego a donde se encuentra él. Tal y como había pensado. Estaba saliendo del portal. Escondo mi mano derecha y me acerco a él. Se preocupa un poco al verme e intenta disimularlo, pero como siempre no le sale, su cara es demasiada expresiva.

Le empujo y le meto dentro del portal. Me pregunta que qué pasa, que qué quiero y le respondo enseñándole lo que llevo en mi mano derecha, un cuchillo.

Ruega piedad, que no lo haga. Me deleito con el espectáculo, con su miedo y su terror. Es divertido ver como intenta huir pero no puede. No le dejo. Cada vez que lo intenta lo empujo siempre contra la pared.

Sus ruegos se tornan finalmente en insultos interrumpidos por algún " por favor". Ya no me divierte. Me molesta y agobia. Creo que ha llegado el momento en el que tengo que hacer lo que he venido a hacer: el cuchillo se hunde y hace brotar una fuente carmesí que me empapa. Esta caliente. Me reconforta. Lo repito varias veces mientras sus gritos de dolor y horror cada se apagan más.

Continuó hasta que el cuchillo se torna de un color rojo. Mis manos y ropa también están manchados con el mismo color. El tacto húmedo y caliente me hacía sentirme bien y a gusto. Me había gustado esta primera vez y no podía esperar a la segunda. Debía de ser ya.

Limpié un poco la sangre del cristal de la puerta y veo pasar a gente. Otros están parados, mirándome. Parecen que han visto lo que ha pasado.
Alguien con el móvil no deja de describir lo que esta viendo.

Salgo. Son una buena segunda vez, pero nada más salgo se alejan. Me acerco pero se alejan más. Me cabrea. Corro hacia ellos. Todos salen huyendo. Bueno, todos no, alguien ha tropezado.
Se intenta levantar pero no se lo impido. Me agacho y le clavo el cuchillo. La sangre vuelve a brotar y siento esa gran sensación y el calor de la sangre en mis manos.

De repente me golpean y caigo al suelo. He perdido el cuchillo.
Me levanto y veo a dos hombres, uno de ellos trata de atender al herido, a mi presa y el otro se frota el puño. Debe de haber sido él el quien me ha golpeado.

Mi furia y odio aumentaba, no solo quiero matarlo, sino destrozarle y desfigurarle.
Me levanto y corro hacia él, pero cuando llego me golpea y vuelvo a caer.

Se escuchan sirenas. La policía y una ambulancia llega.
Todos los policías que salen del coche me apuntan con sus armas y me dicen que no me mueva, que me quede en el sitio, pero paso, tengo cosas más importantes que hacer.

Me acerco al que me ha golpeado y siguen avisándome. Dicen que abrirán fuego. No me lo creo. Si lo hicieran serían colo yo,¿no?

Al final no lo dudan y disparan. Escucho el estallido y siento como las balas penetran en mi pecho, brazo y pierna.
Caigo al suelo. Siento brotar mi sangre. Ahora siento frío. Nada de aquel calor de antes.

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