En tierras lejanas, perdido en medio de un bosque, en un claro, se encuentra una gran carpa llena de color. De día puede parecer poca cosa, pero por la noche cambia completamente.
De día, podrías pensar que unos piratas se han apropiado de la carpa y hecho de ella su guarida. Suciedad, borrachos y supuestos piratas por todos lados. De noche, aparece un camino hecho de faroles que tintinean sus brillantes luces para llevarte hasta la carpa; iluminada también por múltiples faroles.
Si entramos, payasos, funambulistas, faquires y más ofrecen su espectáculo a los ojos ávidos de entretenimiento.
Pueden ser piratas, pero aún conservan la ilusión, el corazón de un niño. Saben lo que es sorprenderse y buscan sorprender a los demás. Para ellos, no todos los tesoros están en un cofre o son de oro y joyas, también están en las risas, aplausos y miradas asombradas de aquellos que van a su ver su función.
No actúan en un circo, actúan en el circo de los sueños.
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