El sol moría en el horizonte. Transmitía todo su brillo dorado y enrojecía el cielo con un rojo sangre mientras poco a poco desaparecía. Aún quedaba aun rato para que tuviera que actuar, pero decidió ponerse ya en marcha. Se puso la capucha y ocultó su rostro con ella.
Salió de entres las sombras del callejón donde se ocultaba y se mezcló entre la multitud. Tenía que pasar desapercibido y en aquel barrio no era difícil, pero nunca se sabía quien podría estar mirando, tenía que ser precavido. Atravesó la calle oculto entre la multitud, sin llamar la atención, tal y como le habían enseñado hace ya tiempo. Cuando llegó al cruce que buscaba corrió a ampararse en las sombras. Corrió hacia la pared, se enganchó en una cornisa a no mucha altura y se impulsó hasta la verja de una ventana situada a no mucha altura por encima de su cabeza, luego a un saliente por la falta de un ladrillo y así hasta llegar al tejado del edificio, donde una voz le llamó.
-¡Hey! No puedes estar aquí.
Se giró rápidamente y allí estaba un guardia, se estaba acercando a paso ligero. Antes de que pudiera reconocerlo o dar la voz de alarma acabó con él lanzándole un cuchillo que llevaba oculto entre los numerosos pliegues de la ropa. El cuerpo cayó y el salió corriendo hacia su destino, ya había perdido suficiente tiempo.
La noche termino cayendo mientras saltaba de tejado en tejado camino a su destino. Llegó hasta la iglesia de la ciudad y se quedó apoyado en la cabeza de una gárgola situada a unos cuantos metros de altura de la entrada, oculto.
Al cabo de unos minutos un grupo de personas salió de la iglesia. Entornó la vista y lo vio, allí estaba su victima. Saltó y preparó uno de los largos cuchillos que llevaba. Cayó sobre el cuerpo al que le clavó las cuchillas mientras lo derribaba.
Con más velocidad que con la que había acabado con su objetivo se incorporó y huyó acabando con un par de guardias que se acercaron atraídos por el ruido, luego huyo ocultándose en las sombras y los tejados.
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