martes, 21 de enero de 2014

Venganza 2

Todo estaba en calma. A la tripulación y a su capitán solo les acompañaba el eco de sus pasos y el sonido del viento que se filtraba a través de las grietas de las antiguas paredes de las ruinas.

Avanzaban con precaución pero a buen paso, pues las antorchas que portaban no iluminaban más allá de unos pocos metros adelante.
El largo pasillo en el que se habían aventurado giraba y cada vez, aunque de forma sutil, los conducía más y más hacía las profundidades de las ruinas.



Tras una larga caminata el pasillo se terminó y condujo a una enorme sala circular. Las paredes tenían grabados que contaban historias de la tribu que construyó las ruinas, el techo estaba a kilómetros de altura y tenía una gran apertura circular por el que entraba la luz del día que caía en el centro de la sala, donde todo lo que había era una pequeña escalinata que conducía a un gran arca de piedra y toda la sala estaba llena de altas columnas de piedra talladas. Algunas se mantenían en pie, otras se habían derrumbado incapaces de ganar al paso del tiempo.

Toda la tripulación rompió en vítores. Lo habían conseguido.
Avanzaron hacía el arca. Por fin era suya.

-Has tardado.

De detrás de una de las columnas salió un hombre. Lo más llamativo de su atuendo era un pañuelo que tenía puesto en la cabeza y le tapaba el ojo derecho y un cinturón  que llevaba cruzado en el pecho y otro en la cintura ambos cargados de pistolas y una espada.

-¿Quién eres? -preguntó el capitán pirata.

No obtuvo respuesta, simplemente dio unos pasos hacía el centro de la sala y rápidamente fue desenfundando las pistolas y con gran puntería y velocidad acabó con toda la tripulación sin que esta pudiera hacer nada. Al final, el desconocido acabó rodeado de pistolas y una fina nube de pólvora y el capitán de los cuerpos de sus hombres.

-¿¡Cómo te atreves!?
-No quiero intromisiones. -su voz era calmada y serena, pero firme. -Veo que no eres capaz de recordar a todos los pobres diablos a los que has torturado. -el desconocido dio un par de pasos hacía el pirata y se quitó el pañuelo.
-¡TÚ! -fue lo único capaz de pronunciar al reconocerlo cuando vio que le faltaba el ojo. -Pensaba que te habías hundido con tu barco.

-Y así fue. -se colocó de nuevo el pañuelo. -Pero la fortuna estuvo de mi parte y conseguí salir a flote. Fue una espera eterna, pero al final un barco me recogió. Cuando llegué a puerto curé mis heridas y entrené para este día. Para cuando nos volviéramos a ver.
-¡¿Qué es lo que quieres!?
-El ojo.
-¡Llegas tarde! ¡Se lo di de comer a las gaviotas! ¿De verdad pensabas que guardaría semejante cosa? -se echó a reír.
-Te equivocas. No es mi ojo lo que quiero. Quiero el tuyo. Recuerda, ojo por ojo...

El pirata se rió más fuerte.

-Muy bueno, muchacho. ¿Qué te hace pensar que puedes hacer tal empresa? -lo cogió de la camisa, pero de un tirón se liberó rompiendo así los botones. La camisa se abrió mostrando el pecho y dejando entrever numerosas cicatrices y parte de un gran tatuaje.
-Simple. -comenzó a andar por la sala. -El color de la camisa, no es natural. Es el resultado de bañarla en la sangre de todas mis víctimas. Y como ves, no hay siquiera rastro del blanco impoluto que una vez tuvo.

El capitán miró fijamente la camisa de un rojo intenso, por primera vez preocupado desde que aquel hombre había aparecido de la nada.

-¿Ya no estás tan gallito? Pensaba que serías más bravo. ¿Tanta furia para esto? No me decepciones, cada gota que he derramado en esta camisa ha sido para acercarme a este momento, cada una de ellas me aseguraba que ocurriría, que te encontraría y ¿ahora me vienes con esto? Demuéstrame que ha valido la pena, que todos esos no han muerto para nada.

El pirata desenfundó su pistola, pero antes de poder siquiera apuntarle recibió un tiro en la mano profiriendo un grito y soltando el arma que cayó al suelo.

-No esta vez.

Furioso y asustado cogió su espada y lo atacó. Su viejo rival paró el ataque por muy poco.

-Ja, ja. ¡Muy lento!
-Como si necesitara ser más rápido.

Los aceros se cruzaron numerosas veces y en cada encontronazo las esperanzas del capitán pirata se reducían un poco más. Aquel que no fue siquiera capaz de predecir sus movimientos ahora le llevaba la delantera en aquella danza de aceros.

La pelea no duro mucho más. Terminó con un puñetazo en la mandíbula que atontó al capitán y una patada en el estómago que lo derribó. Tenía cortes por los brazos, pero nada importante.
Su antiguo rival se acercó y le pisó la mano con la que sujetaba la espada con toda sus fuerzas. El grito que profirió enmascaró en gran parte el sonido de los huesos de la mano al romperse.

-¡Hijo de...! -le dio una patada en la boca antes de que pudiera terminar el insulto. Escupió sangre y un par de dientes.

Se sentó sobre el pecho del pirata.

-Procuraré que te duela..

Clavo la punta de la espada en el ojo y luego la movió hasta que le sacó el ojo, luego repitió lo mismo con el otro. Cuando terminó se levantó de su victima que aún aullaba de dolor y medio moribundo.

-Ca... ¡Cabrón! ¡Dijiste un ojo!
-Los intereses. -no le prestó la menor atención, simplemente recogió todas las armas, incluidas las de su enemigo. -Ahora eres libre de hacer lo que te plazca. Si eres capaz de salir de estas ruinas. La tumba de muchos y ahora la tuya.

Estaba satisfecho por fin. Había aliviado un peso que había tenido anclado en su pecho desde hacía años y que lo había estado consumiendo desde entonces. Sabía que el precio que había pagado era alto, pero si tuviera que volver a hacerlo pagaría de nuevo. Dejó atrás al capitán pirata y con él todo su pasado.

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