domingo, 3 de noviembre de 2013

Mall Adventure Round 04

La charcutera estaba llamando clientes al grito de "Cada día más carne diferente. Cada día más variedad"

-¡Tú lo que haces es vender nuestra carne!-gritó un cerdo con corbata.
-Ayy, que buen ejemplar. -cogió al cerco y lo metió en la picadora. -¿Y tú que quieres chaval?
-Un jamón. -le dije sorprendido.
-Pues pasa por aquí, que verás que pedazo de jamones que tengo- dijo agitando sus lorzas.
-No gracias, me he hecho vegetariano.- y mordí a una zanahoria parlanchina que hablaba con su madre....una col.
-¡Mamá, qué me comen!-dijo en tono desgraciado.
-No te lamentes hija. -tenía lágrimas en los ojos. -Si te esta comiendo es por un motivo, porque estas buena.
-Entonces aceptaré mis destino.


Cerró los ojos y se inmoló en mi boca. Me arrancó varios dientes, así que fui a comprar pasta de dientes, por eso de mantener los dientes fuertes y tal.

La señora del departamento de cosméticos quería que probase su nuevo pintalabios. Cogí uno y comenzamos una encarnizada lucha por ver cual era el mejor color.

Mientras la barra carmesí ganaba por diferencia, otra señora me frotó el pelo con un nuevo champú anticaspa. Fue muy efectivo, me dejo calvo. La caspa no volvió a aparecer, pero claro, sin pelo perdía sex-appeal, así que tras un acertado movimiento con el que inmovilicé a la dependiente me eché un crecepelo con el cual el pelo creció de forma salvaje llenando toda la sección.

Me cayó un poco de crecepelo en las cejas... ahora me llaman Victor Uniceja, pero eso es otra cuestión.

El tipo que estaba cortando el césped fuera se coló dentro y paso por la sección cortando todo el pelo. Me dejo totalmente pelón, pero dejó intacta la frondosa ceja y seguí combatiendo con un pintalabios lila.

La señora del champú anticaspa fue la primera en caer, le pinté una bella cara de payaso, se miró en el espejo, se asustó y al caer se le metió en la boca la madre col de la zanahoria que también se inmoló destrozando así su magnifica sonrisa.

Ahora era el turno de la dependienta.

-¡Caerás con el peor de los castigos!
-¡Jamás!-cogió crema hidratante y me la untó por la cara.
-¡Nooooo!

Mi cara estaba ahora lisa como el culito de un bebé.

-¡La has hecho buena!

Cogí polvos de talco y los espolvoreé por todos lados. Ahora que no se me veía, podría atacar como un ninja.

ZAS, con un bastoncillo de algodón le gané. Para saber los detalles comprad el libro "Victor y la cosmética".

Por fin pude ir a coger la pasta de dientes, pero algo me amenazó con un hilo dental extendido en mi cuello.

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