sábado, 6 de julio de 2013

Primera Sombra: Belial

Estaba solo, muy solo, en silencio, en un pequeño rincón, mirando a su alrededor. El llanto no le dejaba respirar correctamente y sus hombros se combulsionaban. Estaba solo y nada podría cambiar eso. Ella nunca volvería. Sus padres tampoco podían volver. Sus amigos... nunca fueron tal.

Era pequeño, y estaba desnudo. Su ropa había ardido, y solo un par de girones chamuscados le cubrian el cuerpo, recubierto de escabas verdes. Se sentía desgraciado, herido, traicionado y odiado. Diso le había escupido a la cara. A él, que lo amaba... a él que deseaba más que nada servirle... Ni siquiera le habían dicho por qué al pequeño Beriel. Solo lo habían llevado a las afueras y le habían dado una paliza de muerte entre siete ángeles de rango mayor. A penas tenía ciento dos años, ¡Poco más que un adolescente! Pero eso no había parado los puños de los siervos de Jehova. Le habían roto varios huesos y le habían dejado hecho una piltrafa mientras el fuego azul le envolvía, transformandole en una grotesca criatura. Pero lo que más le preocupaba era Zelel... Ella era su Luz, su amada ¿Que sería de ella?¿La castigarían por amarle? Solo le quedó confiar en la misericordia de Dios... Pero él ya no confiaba en esa misericordia ¿Podía ser misericordioso un ser que arrancaba un chico de los brazos de su amada y lo enviaba a sufrir a l infierno por el simple crimen de haber nacido?

Pudo notar, poco a poco, como su cuerpo se quedaba vacío de sentimientos... salvo por algo, una sola cosa permanecía en su cuerpo. Sentía su orgullo, herido y traicionado. Sentía como ese orgullo clamaba una satisfacción... sentía como pedía a gritos ser vengado.

-Mi nombre es Beriel... Hijo de Lucifer... No... -Miró al Cielo, con odio y sorbervia, como si estuviera por encima de todo- Yo, Belial, Hijo de Satanás... Juro por mi honor... ¡que no descansaré hasta haber vengado mi orgullo!

Aquellas palabras sonaron como un latigazo, con voz siseante, como la de una serpiente. Un manto negro fue tejiendose de su sombra, cubriendo al Principe Demonio, poco a poco, mientras emprendía su camino de descenso. Solo había un hombre al que Dios temía. Solo un ser que pudiera ayudarle a vengarse... su Padre, el señor de los infiernos. Cuando Belial vio la puerta al tartaro, no pudo sentir sino juvilo. Estaba de nuevo en el hogar. Allí todo era lo que parecía... Por fin lo entendía. Los demonios era lo que quedaba de los ángeles una vez les quitabas las mentiras, las apariencias, las falsedades... Eran la verdad, cruda e inegable. Ellos eran los verdaderos siervos del bien. Los verdaderos paladines de la Verdad y la Justicia... y él sería su principe.

1 comentario:

  1. La vida es dura, pero esto lo lleva al extremo .__. Esto me da cosas de qué pensar... los ángeles son más bien una vida idealizada, una utopía, imposible, como dicen. Pero salir de esa utopía no quiere decir que vayan a la realidad, los demonios no son "la verdad", ni "la justicia", son seres que han rechazado sus sueños, traicionados. No existe el bien y el mal.

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