sábado, 6 de julio de 2013

La Mafia del Chocolate

El padrino estaba sentado como siempre, en su silla, de espaldas a la ventana, pero se podían adivinar sus rasgos con la tenue luz que se filtraba, además de la de la pequeña lamparilla del gran escritorio frente a él. Era joven, ese día acababa de cumplir los 22, pero sus semblante era serio en ese momento. Acariciaba al Limo en su regazo lentamente mientras sus ojos se clavaban en el pobre desgraciado frente a él. Un pobre minero que no había conseguido extraer su cuota de extracción de Chocolita.

 "Vienes aquí... a mi casa... el día de mi cumpleaños... y ni siquiera me traes una tableta de regalo..." El Padrino se inclino un poco hacia delante "¿Te das cuenta de que eso es como escupirme a la cara?" El pobre trabajador se quedo temblando en el sitio, y el Padrino hizo un ademán para que se lo llevaran. El destello de sus gafas al entrar en la zona iluminada fue lo primero que se vio del chico, que había estado esperando pacientemente en una esquina, vestido totalmente de negro, de cabeza a los pies, era invisible entre la penumbra del despacho. No debía tener más de dieciocho, pero era grande y lo suficiente fuerte como para levantar al hombre por el cuello y llevárselo hasta la puerta. La barba sin arreglar le hacía parecer algo más mayor de lo que era, pero eso le gustaba, así que raramente se la afeitaba.

Una vez estuvo el hombre fuera, el hombre de negro se sentó frente al Padrino, de forma distendida y se quedó mirando a la esquina contraria "Felicidades, Don Spin... Yo sí que le he traído chocolate" Una sonrisa se le dibujó en los labios al Padrino que se levantó y dejó al limo descansar sobre la mesa "¿Es chocolate belga?" preguntó. Su esbirro sonrió y sacó de la chaqueta una barra de chocolate de su chaqueta "Mejor, está hecho de Chocolita de pureza SSS extraído en las mejores minas de Centroamerica y refinado en Suiza." A cada palabra, la boca del padrino se iba llenando de babas y su mano iba estirando la mano para agarrar la tableta, con los ojos haciendo chiribitas. Sin embargo, cuando sus dedos casi la estaban tocando, el chico apartó la tableta de su alcance "Pero ya sabes que me deberás un día libre... Necesito un tiempo para relajarme entre asalto y asalto y últimamente es un no parar... Y yo también tengo que ver a mi Gatita de vez en cuando" El Capo asintió a regañadientes, hipnotizado por el chocolate, prescindir de F era algo que no le gustaba. Sin él en el ring solo le quedaba El Desastre como peso pesado, y este solo combatía cuando le daba la gana. Pero claro, era chocolate hecho con Chocolita SSS... y eso era una cosa demasiado irresistible. "Vale, dale recuerdos a Stap" El chico le lanzó la tableta y el Padrino la agarró al vuelo, abriéndola y consumiéndola en un tiempo récord. F estaba a punto de reírse cuando oyó una gran explosión fuera de la casa. Cuando abrieron que uno de los muros había volado en pedacitos. "¡Es la Famiglia Espresso!" Oyeron gritar a los soldados que se afanaban en preparar sus defensas. La Famiglia Espresso y la Famiglia Chocolatto habían estado enfrentadas desde que el tiempo era tiempo y aquellas muestras de violencia gratuita no eran extrañas. F ya se había quitado la chaqueta y se había arremangado la lujosa camisa negra, sin dejar de mirar que su chaleco no se arrugara. "Me da que voy a tener que posponer mi día libre." El padrino asintió divertido. No le gustaba admitirlo, pero un día no era interesante sin una pelea con los Espresso.

"A VER, MALDITA PANDA DE CAFETEROS, VOLVEOS A VUESTRA RATONERA SI NO QUERÉIS UN RAPAPOLVO" Como siempre, era F el que tenía que proferir las maldiciones y amenazas, ya que, por alguna razón desconocida Don Spin no tenia la misma habilidad para herir e insultar a la gente que su lugarteniente.

Entre gritos y maldiciones empezó una batalla campal entre ambas familias mafiosas. Los Chocollatto usaron sus armas de chocolita, que cortaban casi cualquier cosa, pudriendola debido a su gran concentración de azúcar y el chocolate les daba una resistencia y energía sbrehumana. Los Espresso, por su parte, gracias a un fármaco secreto llamado Cafeina podían moverse a gran velocidad. El combate duró un largo rato, hasta que ambos lideres se encontraron, Doña Didu la Bestiaja, lider de los Cafeteros Espresso y Don Spin el StoryTeller, el lider de los Chocolateross Chocolato.

"Tienes mucho morro al armarla en mi cumpleaños, Bestiaja" Spin llevaba su famoso Mandoble de Chocolita, pesado pero, capaz de romper casi todo. Mientras que Didu iba a luchar, solo con sus puños y una extraña energía llamada Danmaku. "Jajaja, consideralo mi regalo, Don Majoso" Muchos luchadores más grandes y fuertes habían caído en la tentación de subestimar a Didu por ser una chica bajita; el propio F, famoso por su fuerza, había sido victima de esta tentación, pero Spin estaba sobre aviso. Así que el combate comenzó. Danmaku volando por todas partes, tajos de mandoble que rompían cosas por aquí y por allá. Pero al final, ninguno se pudo declarar vencedor.

"¿Otra vez empate?" F estaba decepcionado, esperaba que la suerte del día del alumbramiento de su Jefe les diera por fin una vitoria en claro. "Bueno, al menos nos hemos divertido." suspiró y empezó a comerse sus puños americanos de chocolita, que habían quedado casi destrozados. Entonces oyó un grito de uno de los Cafeteros "¡Café Mocca para todos!" En ese momento empezaron a rular tazas por entre los soldados, que se lo bebían gustosos de ambos lados. Era un ritual de hacía años. Se lo hacían cada vez que terminaban sus combates. Repartían un extraño brebaje híbrido de chocolate y café, que regeneraba las heridas y daba fuerza para volverse cada uno por su lado.

Y así fue como pasó el 22 cumpleaños del Capo Spin Chocollatto.

2 comentarios:

  1. Tio, vaya risas. Muchas gracias :D

    ResponderEliminar
  2. En cuándo he visto "El Desastre" me he dicho "F tiene que ser alguien... Gatita... Fen." y "Stap" me lo demostró xD
    Spark debía de estar de vacaciones o algo, vaya lugarteniente cafetero.

    ResponderEliminar