Antaño hombres de dinero, que andaban
con porte gallardo, portaban sus señoriales sombreros, sus monóculos
y su bastón. Nunca hubieran comido si no era con cuchillo y tenedor,
estaba hecha en su punto y bien emplatada. Siempre llevaban el bigote
perfectamente peinado y atusado. De mal gusto veían eso de ir con la
cara manchada y con remilgos siempre se andaban: con servilleta se
limpiaban.
Pero todo cambió: su ropa está rota y
llena de suciedad, comen lo que encuentran, este como este; han
perdido sus sombreros, su monóculo se ha roto y sus bigotes llevan
despeinados, comen con las manos y sus bocas no limpian, por eso
siempre las llevan manchadas. Todo por culpa de haber muerto, todo
por culpa de no haberse quedado enterrados, todo por culpa de salir
de sus tumbas, pues nunca un zombie fue un caballero.
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