viernes, 23 de marzo de 2012

El Demonio y la Princesa. Acto XII

 La entrada del monasterio se encontraba en plena falda de la elevación sobre la que estaba construido. La componía una escalera de piedra blanca que ascendía hasta un arco del mismo material con selva virgen a un lado y a otro. Era tal el respeto de los monjes del lugar por la naturaleza que les rodeaba que ni siquiera se habían molestado en quitar las pequeñas hierbas que empezaban a colonizar los huecos entre las piedras y las enredaderas que ascendían por las columnas que sujetaban el arco, imaginativamente decorado con diseños de lotos en su aguja.

 Tal y como Vicky imaginaba Kávira era la recién llegada al monasterio. Estaba de brazos cruzados justo delante del arco, observada por dos guardias del monasterio armados con palos. Sabía perfectamente porqué no había cruzado el arco aún, y no eran precisamente los guardias.

-¡Oh, Kávira! Me alegro de saber que estás bien.- saludó Hakoti -Ya hace mucho que te fuiste del Inframundo ¿Qué tal ha ido todo?
-Yo también me alegro de verte Hakoti, pero no hay tiempo para hablar de cómo nos ha ido. Tengo prisa. Más bien tenemos prisa.
-¿A qué has venido, Kávira?
-Tal y como te prometí a ti y al “principito” acudiría a ayudaros cuando lo necesitaseis. Y ahora lo necesitáis.
-¿Lo necesitamos?
-No cuestiones mis métodos, chiquilla. Le he pedido a Naguta venir y me ha prestado un par de caballos para vosotros. En Numinaki los caballos son muy raros así que cuidadlos bien.

 Markus miró a la princesa

-¿Es otro demonio? ¿Debemos confiar en ella?

 Vicky asintió

-Pero… ¿Ya sabes adónde tenemos que ir?
-Por supuesto. Soy una súcubo, mi poder es controlar. Está en Garudia. Si salimos ya podremos llegar mañana. Coged todo el equipaje que necesitéis realmente y salgamos pronto, no nos queda mucho tiempo.
-¿A que te refieres con eso?- preguntó Vicky preocupada.

 Kávira se giró y extendió las alas. Contra la luz del sol del mediodía eran grises.

-Te lo explico durante el camino ¡Vámonos ya!

 Unos monjes se encargaron de recoger de sus habitaciones todo el equipaje y llevarlo hasta el pie de la escalera, dónde esperaban Vicky, Markus, Kávira y Hakoti, más los dos caballos. Kávira indicó a la princesa que iría volando y que se les adelantaría, para controlar el terreno. A fin de cuentas iban a entrar en territorio enemigo y seguramente Nethu’ran sabría que irían a rescatar a Jastian. También estaba allí el sumo sacerdote, para darles la despedida.

-Me gustaría que os llevarais esto con vos, princesa.

 El sumo sacerdote mostraba entre sus palmas un colgante en forma de huso hecho en jade. Era de color verde hoja y levemente translúcido y tenía una espiral tallada en el mismo.

-Es un amuleto de nuestro templo. Siempre que estés cerca de la naturaleza y lleves este amuleto estarás a salvo del mal.
-Muchas gracias, maestro
-No me las des. Que los espíritus os guíen y tengáis buen viaje.

 Partieron. El maestro se quedó mirando cómo se alejaban por la senda entre los árboles. Una repentina pero leve corriente le paso por el lado.

-Y buena suerte, princesa. La vas a necesitar.

****

 Unas piernas quebradas, como de lagarto, avanzaban iracundas por el pasillo. Las garras del final de las mismas resonaban como grilletes arrastrándose cada vez que golpeaban las piedras del suelo.

 Llegó a una puerta. Un soldado ampliamente ataviado y armado con una alabarda reliana le detuvo con un “alto ahí”. Pese a su equipamiento su voz sonaba asustada. Normal. No es fácil para un humano darle órdenes a un demonio de las tinieblas.

-El señor ha pedido que nadie le interrumpa.
-¡Esss muy importante!- el sonido silbante de su voz le hizo levantar la alabarda, asustado. El demonio respondió rozando con sus dedos blancos los mangos de las cuchillas que llevaba en la cintura.
-Perdón…, señor- dudó al dotarle de este título. Su cintura era más propia de una señora que de un señor. De todas formas no era humano, igualmente. -Pero el Maestro Estratega ha dicho que no deje pasar a nadie…
-¡¡¡Apártate!!!- su voz rezumaba ira y desprecio por el humano. Este levantó aún más la alabarda.

 El demonio se encorvó levemente y agarró con más fuerza los mangos.

-Ma… Ma… ¡Márchese, por fa…!

 La espalda del soldado se desplomó contra la puerta y la alabarda hizo un sonido metálico al golpear el suelo. Luego el cuerpo cayó inerte, dejando una estela de sangre en la madera de roble. No tenía cabeza. Había rodado pasillo abajo.

 Como respuesta, la puerta se abrió. Nethu’ran apareció al otro lado. Justo al abrir vio como caía a sus pies un soldado decapitado y le llenaba las bambas de sangre. Apartó un pie asqueado y miró hacia delante buscando un culpable. Sólo encontró a su sirviente con una hoja negra llena de sangre en las manos.

-¿Qué has hecho, Zwesu? A mí no es que mi importe mucho, pero dudo que el emperador tenga gusto en seguir teniéndote a su servicio si se entera de que vas por ahí decapitando sus soldados.
-No me dejó passsar
-No estabas invitado. Te he dado unas órdenes y… ¡Ah, qué más da! Anda pasa, estábamos discutiendo lo que íbamos a hacer mañana.- Le dejó paso. Zwesu pasó al interior mientras envainaba su cuchilla. Las runas habían limpiado mágicamente la hoja.

 El interior lo componía una sala con un escritorio, varias sillas y algún que otro mobiliario de trabajo. Lo único de lujo era la alfombra en el centro de la sala y la bandeja para el té, con una cajita, una tetera de plata y varios vasos de cerámica.

 Tal y como había indicado no estaba solo. En una pared estaba apoyado, con los brazos cruzados, el demonio del frío, ataviado con el gorro para la lluvia aún, pese a que hacía sol y el lugar estaba cubierto. Al otro lado de la sala había un personaje encapuchado encaramado encima de una silla. Lo único que asomaba de las densas ropas que lo tapaban eran unas garras decoradas con rayas alternas de color rojo arcilla y blanco hueso y unos tentáculos amarillentos que salían por el lugar de la cara.

-Precisamente de essso quería hablar… ¿Qué clase de órdenesss son esasss que me hasss dado? 

 Nethu’ran suspiró y sonrió. Cerró la puerta y cruzó la sala en silencio. Se acercó al escritorio y cogió un pastelito de la caja. Se quedó mirando a Zwesu apoyado en la mesa mientras se lo comía.

-¿Qué problema tienes?
-¿¿Por qué me hasss mandado hacer essso?? ¡Esss denigrante!
-Oye, esa chica ya sabe que Jastian está aquí atrapado, en nuestro poder. Y seguramente ya se ha puesto en marcha para buscarle. No quiero que nadie interrumpa mi duelo, nada más.
-Pero… ¡Yo quería essstar en el duelo! ¡Además, mi pacto con el emperador es llevársela viva!
-¡Pues ahora tendrás una oportunidad para atraparla! Zwesu… Tu especialidad es la infiltración. Para hacer sufrir a mi hermano ya tengo aquí a estos dos…

 El encapuchado siseó y sus tentáculos se agitaron.

-Pero puedesss enviar a otro…
-Comprendo que odies a ese tipo. Yo le odio. Pero mi respuesta es no. Ahora márchate a cumplir tu trabajo si no quieres enfadarme.
-¡Nunca! Eksssijo mi trozo del príncipe…- se llevó las manos a los mangos de las cuchillas. El demonio del frío levantó levemente la mirada para mirarle con sus ojos negros. El encapuchado volvió a sisear, excitado.

 Nethu’ran se limpió las manos del azúcar y cruzo los brazos. Se quedó mirando a Zwesu mientras masticaba. Tragó.

-Athoadthe, mata.

 De repente el encapuchado saltó de su silla y se tiró encima de Zwesu. Este gritó y forcejeó hasta que sonó algo similar a un cuello rompiéndose.

-Athoadthe, para.

 El encapuchado miró a Nethu’ran con 3 ojos blancos de tamaño y forma desigual. Le goteaba sangre por los tentáculos. Se apartó respirando ruidosamente.

 Nethu’ran se acercó a examinar el cuerpo inerte de Zwesu. Le habían arrancado un trozo de cuello de un mordisco. Su sangre llenaba la alfombra.

-Una lástima… Pero no quiero desobedientes aquí.
-¿Qué hacemos ahora, señor?- preguntó el demonio del frío.
-Manda a Tso’bachi y sus bichos. Seguro que podrán hacer un buen trabajo...
-¿Porqué no les mandamos antes? Así nos habríamos ahorrado esto.

 El cuerpo de Zwesu empezó a desvanecerse como si estuviese ardiendo en una pira invisible. Sonrió macabramente.

-Le quería muerto igualmente

****

 Entre el Monasterio Musei y los llanos de Garudia se extendía la región de Furusaji, conocidos en la legua de Lusia como “los Valles de la Bruma”. Como su propio nombre indica la región lo formaban dos valles fluviales entrecruzados, en los que habitaban, de forma dispersa, aldeas de agricultores. Y, de nuevo, como el propio nombre indica la niebla era el clima habitual de la zona, a causa de las corrientes húmedas que bajaban desde las montañas al sur, cubiertas de densas selvas, y que venían traídas por las nubes desde el norte, que era hacia dónde se dirigían Vicky y su grupo. Como buena muestra de ello el cielo se había encapotado peligrosamente, pese a que cuando salieron del templo hacía un sol espléndido.

 Markus no dejaba de mirar estas nubes mientras trotaban por un camino.

-Princesa, sé que nos corre prisa pero amenaza lluvia y comenzará a anochecer en un par de horas. Sugiero que busquemos un pueblo en dónde podamos alojarnos esta noche.
-No vamos a parar de noche
-Me temo que debo contradecirle… Con el cielo así de nublado seguramente no veremos nada por la noche. Avanzar será imposible y si comienza a llover seguramente sólo consigamos caer en algún barrizal.

 Muy adecuadamente para su apunte el caballo de Vicky tropezó levemente al meter la pata en un charco de fango del camino.

-Pero…
-Markus tiene razón, mi señora- Hakoti apareció en el hombro de Vicky -Además de noche podríamos ser presa fácil para los demonios de Nethu’ran… Tengo entendido de que tiene a su servicio criaturas del Desierto de las Nieblas…

 Vicky miró los montes que tenían enfrente. La bruma se acumulaba en sus laderas.

-¿Niebla dices? Pues aquí entonces deben estar en su elemento…

 Muy a regañadientes de la princesa y de Kávira el grupo tuvo que parar en una aldea cuando ya anochecía. Era un lugar pintoresco, rodeado de árboles frutales, aunque las casas estaban un poco destartaladas. El lugar que eligieron era una venta regentada por un campesino. El dueño fue muy solícito con todo cuanto le pidieron, pese a que escondieron tanto que iban con una princesa como que era una misión oficial de Numinaki. Igualmente, también ocultaron la presencia de los dos demonios.

 Era ya de noche. Vicky y Markus descansaban junto a una lámpara, sentados en el tatami de la sala que les habían asignado. Markus afilaba sus espadas mientras la princesa se limitaba a mirar la luna a través de las nubes desde una puerta que daba al patio. Soplaba un aire frío y húmedo, de esos que amenazan lluvia.

-Deberíais cerrar la puerta, mi señora. Lloverá de un momento a otro.
-¿Y qué haré dentro? Me aburro. Y con esta tensión no tengo ganas de estar aburrida.
-¿Dónde están maese Hakoti y la diablesa? Tal vez podría hablar con ellos
-Paso. No quiero que el dueño se entere de lo que son… Creo que iré a ducharme. Iré a buscar al dueño.

 Este apareció con un candil en la mano en el jardín.

-¡No hará falta buscarme!- Sonreía -No te preocupes. Voy a por el agua limpia para la bañera y te aviso.

 El dueño de la posada se internó entre los árboles frutales y dejó la puerta de Vicky atrás. Al rato caminaba entre arces, camino de la fuente. No había ninguna luz cerca aparte de la su lámpara. Ni siquiera la luna.

 Un sonido en la lejanía, como el de una flauta le hizo asustarse. Al hacerlo se le cayó el barreño para el agua.

-¿Qu… Que ha sido eso?- Evidentemente, no hubo respuesta.

 Fue a recoger el barreño pero de repente sintió que algo parecido a una serpiente se arrastraba entre sus pies. Pegó un salto y un leve chillido ahogado y se le cayó el candil. Corrió hacia un lado.

-¡Maldito bicho!

 Se asomó a ver si con la luz del candil caído podía ver lo que le había rozado. Nada. Se acercó a recogerlo.

-Que asustadizo estoy… ¡Ni que hubiese monstruos en la fuente del pueblo!

 Mientras decía esto se agachó y recogió el candil del suelo. Entonces sintió un aliento en el cuello y escuchó un gorjeo.

 El candil volvió a caerse al suelo.

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