miércoles, 22 de febrero de 2012

El mundo subterráneo #1

La campana acababa de sonar, lo que indicaba el final de la hora de clase, y también el inicio del fin de semana. Todos los alumnos salieron corriendo con sus mochilas para llegar cuanto antes a su casa. Todos, salvo Paul Mythos. Este salió lentamente, tras discutir un poco de historia con su profesor, puesto que se había equivocado en algunas fechas, y el joven estudiante, tan interesado en la historia antigua como un catedrático, le había corregido. Actualmente, Paul tenía matricula de honor en todas las asignaturas salvo en deporte, y era campeón de ajedrez de Madrid. Y se le daban realmente bien las asignaturas de música y artes plásticas, de hecho, tenía en una bolsa un pastel tan bien hecho que parecía de verdad, pero estaba hecho de cerámica. 


 A la salida, le esperaban sus dos hermanos mayores, gemelos a pesar de sus diferentes peinados. Uno llevaba una melena que llegaba hasta debajo de sus hombros, pero el otro se había rapado la cabeza. Se llamaban Herc y Jules respectivamente, y eran los jugadores estrella de su equipo de rugbi, pero no eran muy inteligentes. De hecho, habían repetido ya una vez y se arriesgaban a repetir de nuevo si no mejoraban, terminando en la clase de su hermano, o incluso una por debajo, ya que era posible que Paul subiera curso. Los gemelos tenían 16 años eran rubios (aunque solo Herc lo mostraba), mientras que Paul tenía 14 y tenía el pelo negro, y alguna vez han tenido que trabajar en grupo para salir de algún lio, con los músculos de los gemelos y el cerebro del pequeño. Estos problemas se debían la mayoría de las veces a las reacciones precipitadas de los gemelos, y Paul se veía obligado a salvarlos con su ingenio.

Se encontraban de camino a su casa, cuando oyeron un grito de mujer que procedía de un pequeño bosque, el cual Paul no recordaba haber visto nunca. Herc y Jules se miraron a los ojos con una sonrisa, y corrieron a salvar a la mujer, ya que su gran sentido de justicia se lo pedía, y no tenían la inteligencia suficiente para resistir al impulso. El joven Paul no tuvo ninguna elección y los siguió, a duras penas, hasta el interior del bosque. Se encontró a sus hermanos mirando un gran agujero en el suelo, mientras discutían si la mujer estaba atrapada dentro o no. Habían corrido tan rápido que ya no sabían como salir del bosque. Los dos deportistas estaban decididos a entrar, y Paul no podía hacer nada para impedirlo, pero sabía que sus hermanos necesitarían su ayuda.

“¿Os habéis fijado acaso en la profundidad del agujero? Necesitareis algo de luz… ¿tenéis un mechero?- preguntó el inteligente estudiante. Jules le ofreció uno.- Gracias Jules, pero no dudes que le hablaré de esto a mamá, no deberías ir por ahí  con un mechero…” Entonces, agarró unas ramas gruesas, que sus hermanos le ayudaron a arrancar, y, con algunas ramas más pequeñas y unas hojas, hizo una antorcha, la cual encendió con el mechero.

Miraron por última vez el agujero, antes de entrar.

1 comentario:

  1. Promete *-* Me gusta tu forma de narar, cuando se ha acabado me he quedado con cara de "ya? no, no es posible!"

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