lunes, 3 de octubre de 2011

XIX

Era de noche y corría por una calle bien iluminada por unas farolas.
Paró un par de segundos para tomar aire y mirar si aún le seguían.
Volvió a echar a correr por la calle pedregosa pero de cierto lujo. Se tropezó y cayó, pero se levantó rápidamente. No tenía tiempo que perder.


Llegó a lo que sería el final de la calle, que realmente eran las afueras de la ciudad donde el paisaje cambió drásticamente: de iluminadas calles se pasó a una oscuridad solo iluminada por la luz de la luna menguante, las casas bien construidas, lujosas y de piedras dieron paso a casa construidas con cartones, palos, trozos de chapas y cualquier otro material encontrado donde sea y que pudiese guarecer del frío; las regulares, limpias y pedregosas calles ahora eran una tierra baldía y arenosa con algún que otro hierbajo y rocas.

Atravesó los sinuosos callejones que las casas dejaban entre ellas.
Vió a través de las improvisadas ventanas a madres alimentando a sus hijos con lo que seguramnete sería sopa (lo único que se podían permitir realmente) con cualquier verdura que hubiesen podido comprar con el poco dinero ganado tras trabajar de sol a sol.

Llegó hasta su casa, sí podía llamarla así. Le había cogido cariño, sí, pero no podía llamarla así...
Dentro había una mesa con varias silla, todas viejas y destartaladas, hechas a mano y otras encontradas tiradas por el capricho de alguien que tendría unas mejores.
Unas brasas con carbón y una cacerola.
En una esquina un cubo sucio y todo a su alrededor sucios, como si más de veinte hombres hubiesen dejado ahí toda la suciedad que llevaban.
También había cinco colchones viejos,sucios y remendados, un lugar para dormir, no para descansar, pues no lo permitía, ya que dormir en ellos era que dormir sobre el suelo..

Cuatro hombres estaban sentados en las sillas.

-¡Thomas has vuelto!- le dijo uno al que acaba de llegar.
-¿Cómo ha ido?-preguntó otro.
-¿Lo has hecho?-preguntó otro impaciente.
-Sí. Tal y como me pedisteis.
-¡Pues cuenta!-dijo el último.

Se sentó en una silla y esperó a que sus compañeros hicieran lo mismo.

-Llegué a la fábrica.Esperé a que no hubiese ningún guardia cerca y salté la valla. Entré y llegué hasta el despacho de nuestro patrón.
-¿Y entonces?
-Escribí el mensaje tal y como me pedisteis :
"Da a tus obreros lo que es de ellos".
-¡Perfecto!Así sabrá que con nosotros no se juega. ¡Si trabajamos queremos nuestro dinero!
-¿Te han seguido hasta aquí?
-Procuré despistarlos.

Al días siguiente se les reunió a todos los trabajantes de la fábrica al llegar para tratar de esclarecer quien había sido el culpable del mensaje aparecido escrito en la pared. Se despidierón a varias personas sin saber si realmente fueron o no los responsables.

1 comentario:

  1. ¿Para cuándo la siguiente parte? xD
    La verdad es que me ha sorprendido mucho que empezara de la misma forma que mi historia. Nunca antes había leído esto.. pero mola!

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