martes, 18 de junio de 2013

La Historia de un Enemigo y sus sombras.

Estaba solo, quemado y dolorido y el calor de su piel era tal que sus lagrimas se evaporaron antes de salir. ¿Como podía haberle hecho eso a él, que lo amaba más que a nada?¿No era él su hermano?¿No era él su amigo?¿Como pudo hacer algo tan cruel? Él lo habría perdonado, él sabía que no era un ser malvado, pero sus métodos se estaban volviendo mezquinos... ¿De donde había salido esa cólera?¿Qué podía llevar a un ser bondadoso a incinerar vivo a su propio hermano? Ya no tenía modo de averiguarlo... solo sintió vacío en su interior... Sus alas ya no eran tal, sus amigos ya no eran tal, su belleza ya no era tal... Ya no le quedaba nada excepto la decepción, la culpa y el deseo de haber podido frenar toda aquella locura.

Lucifer se arrastró un par de metros, buscando algo a lo que aferrarse, cualquier cosa le habría valido, un pensamiento agradable, un recuerdo bonito, pero poco a poco, su memoria se iba borrando... entonces los vio. Eran seis llantos que se entrelazaban como una canción, perfecta y armoniosa. Eran su recuerdo feliz... eran su lazo y su última esperanza. A cada uno de ellos les dio un nombre y cada uno de ellos le premió con una sonrisa. Estaba acabado, destrozado y le dolía como si le hubieran metido en el centro del Sol, pero sonreía al ver a aquellas pequeñas criaturas. Eran sus niños, eran sus alas, eran las sombras de lo que era y de lo que habría llegado a ser.

No quería su destino para ellos, no quería que corrieran su misma suerte, así que decidió entregárselos a la única persona a la que su adversario temía lo suficiente para no tocar... Abbadon el Loco, el portador del juicio final. No tuvo que pedirle siquiera que fuera a por ellos, él ya estaba ahí, con su reluciente brazo acorazado, su uniforme mal planchado y su mascara de gas. Miraba a los niños con curiosidad, como si estuviera escudriñando el futuro de cada uno, en busca de su destino final. Abbadon los cargó y se los llevó con él de vuelta al Cielo, pero Lucifer se quedó allí solo. Al fin y al cabo, Abbadón no era muy hablador y sabía que aquello no era más que un capricho y que aceptaría cuidar de los pequeños, solo para ver que sería de ellos.

Pasaron una horas despues de aquello y el dolor por fin cesó. La transformación había culminado. Podía notar como sus órganos estaban en contacto con el aire, y se llevó las manos a la frente para tocar los cuernos que ahora salían de ella. Una vez tuvo la fuerza para levantarse, caminaba encorvado y su figura era la de una criatura grotesca. Pero, con todas sus fuerzas, alzó la vista hacia el Cielo, y, desde el fondo de su abrasada garganta salieron estas desgarradoras palabras "¿Así que deseas condenar a los culpables y los "pecadores"? Muy bien..." La tristeza y la frustración, poco a poco, iban dejando espacio a la ira...




"QUE NINGÚN CRIMEN QUEDE SIN CASTIGO, QUE NO DESCANSEN MIS HUESOS HASTA QUE EL ÚLTIMO CULPABLE DE LA CREACIÓN SEA AJUSTICIADO" Le dolía al hablar y más al gritar, pero su voz era poderosa y vibrante. "Y TU ERES EL MÁS CULPABLE DE TODOS, TIRANO DE LOS CIELOS..." Miró con lastima el montón de cenizas que había en el suelo. "Que ya no se alce el jubilo con mi llegada... que ya no traiga más luz mi presencia... A partir de hoy soy tu enemigo... Soy Satanás"

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