jueves, 16 de mayo de 2013

Radukan (Cap. 1)


Aún recuerdo la torrencial lluvia que caía aquella noche.

Tras volver de una partida al póker con unos viejos amigos, me senté en mi oficina y me puse a mirar las cartas que habían llegado durante todo el día

-Factura, factura, factura... Tch, qué extraño. ¿Huh?

Una carta con un extraño sello me llamó la atención. Algo que nunca antes había visto. Al mirar el remitente, ponía que se había enviado desde la “Oficina de correos de Radukan”. “¿Qué cojones?” pensé en aquel momento.
Abrí la carta, y lo único que figuraban en ella eran una serie de números y letras que supuse eran las coordenadas de algún lugar y una fecha y hora. Abrí un viejo mapa que había en una de las estanterías de mi oficina y eché un vistazo rápido para ver a dónde apuntaban esas coordenadas. Apuntaban a unas tierras prácticamente abandonadas que había al norte del continente.

-Soy un detective, hace un mes que no tengo curro, tengo curiosidad y me aburro como una ostra. ¿Por qué no?

Por muy inverosímil que parezca, preparé mi equipaje y decidí partir mañana por la mañana.

Arranqué mi viejo coche a las cinco de la mañana. Aún no había salido el sol y todo estaba muy oscuro. Sería un largo viaje, así que me aseguré de no olvidarme de nada y de llevar comida para el camino.

Llegué al último motel antes de la tierra abandonada en más o menos un día completo. Recuerdo casi atropellar un gato. Entré en el motel y pedí habitación para tres días, el tiempo que faltaba para la fecha señalada. Pagué y me fui directo a dormir, había sido un viaje agotador.

Los tres días pasaron lentos, dado el que no hubiese mucho que hacer allí, pero al final llegó el día. Recogí mis cosas y me dispuse a salir.

-Hey, amigo, ¿puedo preguntar a dónde te diriges? -Preguntó el posadero
-Hacia el norte -Respondí
-¿¡El norte!? ¿¡Pero estás loco!? ¡Allí no hay más que nieve, montes y bestias salvajes!
-Puede, pero peores cosas he visto

Tras decir esto, salí por la puerta y arranqué mi coche.




Tras medio día de viaje, llegué al punto exacto en el que debía estar, una zona justo al lado de un bosque recubierta de niebla, aunque se podía ver un poco una cordillera nevada. Tuve que abandonar mi coche por la espesa nieve. “Ya volveré luego por él” me dije a mí mismo. Nunca estuve tan equivocado.
Una hora y media pronto llegué, lo que me hizo disfrutar de una increíblemente satisfactoria y  reveladora sesión de aburrimiento. Al menos tuve suerte de no ser atacado por ningún animal salvaje como el posadero dijo. Llevo una pistola conmigo, pero no me gustaría utilizarla.

Finalmente llegó la hora, pero absolutamente nada pasó.“A ver si me he equivocado de hora o lugar... Hmmm...” Me dije.
Mientras miraba de nuevo mi mapa por si acaso, escuché un fuerte retumbar, como el de los pasos de un gigante. Segundos después, la niebla que tenía delante mía se disipó lentamente como por arte de magia, dejando ver dos gigantescas patas de metal oxidado, llenas de todo tipo de cachivaches hidráulicos, cables, y demás trastos. Unos segundos después, la niebla se disipó totalmente, dejando ver una especie de nevada montaña enorme que se movía gracias a cuatro inimaginablemente grandes patas de metal.

Mientras yo simplemente miraba anonadado, todas las patas de la montaña se flexionaron, como si se estuviese agachando. De la parte baja de ésta, se podía ver una especie de plataforma con escaleras que subían hacia arriba. Tras dudarlo un momento, corrí hacia ella y me subí.

Las escaleras que había en ella subían por un pasadizo increíblemente estrecho y largo, tanto que pude oír cómo la montaña se ponía de pié con un chirrido escalofriante y volvía a avanzar.

Finalmente pude ver algo de luz al final de esas escaleras, y dado a la emoción que sentía me apresuré.

Salí de allí y la luz del sol me cegó, puesto que había pasado mucho rato en la oscuridad. Cuando por fin pude abrir los ojos, no pude creer lo que veía. Casas, tiendas, fábricas... y un montón de gente. Había una ciudad construída en todos los lados de aquella montaña. Los habitantes me miraron de una forma extraña, como si estuviesen mirando a un demonio. Un segundo después, se oyó una voz por lo que parecía ser un sistema de megafonía.

-Atención, queridos ciudadanos, les informamos de que la parada que acabamos de experimentar sólo se trataba de un pequeño error de un novato en el Núcleo, y de que la ciudad resumirá su actividad como siempre. Espero que tengan un agradable y provechoso día.

Mientras todo el mundo prestaba atención a ésta voz, un niño de unos siete años me agarró de la chaqueta y me hizo señas de seguirle. Yo inconscientemente le seguí, puesto que no podía hacer nada más. Tras pasar por callejones, enormes calles llenas de transeúntes hasta por cuevas en las que incluso había gente viviendo, llegamos a lo que parecía ser la zona superior  del monte, dónde se podía ver una enorme mansión.

1 comentario: