La habitación estaba completamente en
silencio y a oscuras. No veía nada. Me acababa de despertar ahí.
Toqué con las manos a mi alrededor.
Estaba tumbado en una cama. Me acerqué al borde de está y dí un
manotazo al aire buscando el suelo. Cuando toqué algo en el suelo di
un bote asustado y retiré la mano instantáneamente. Era espeso. Me
acerqué la mano a la nariz y olfateé. El olor, aunque apagado, era
evidente de que era. Sangre. Me asusté por un momento. Busqué por
mi cuerpo algún signo de herida, pero no encontré nada.
Tras unos minutos hago acopio de valor
y decido levantarme de la cama. Deslizo lentamente el pie hasta el
borde y lo dejo caer igual de despacio. Cuando toqué el charco
retrocedí un poco de forma involuntaria , pero en seguida lo dejé
caer. Apoyé el pie y noté como la sangre se filtraba lentamente por
entre mis dedos. Estaba descalzo.
Deslicé el otro pie hasta el suelo y
me puse en pie. Un escalofrío me recorrió toda la espalda hasta la
coronilla erizandome los pelos. Quizás por lo frío y viscoso que
estaba el líquido, quizás por el miedo.
Sin previo aviso, un foco de luz se
encendió y me deslumbró. No conseguí ver nada hasta que me
acostumbré a su brillo, entonces vi que la luz provenía de un viejo
monitor sobre una mesa. La pantalla estaba encendida, pero no había
ninguna imagen, solo líneas negras, grises y blancas acompañadas de
un siseo.
Lo único bueno de aquello es que la
luz que emitía me dejaba ver donde estaba, aunque quizás nunca
hubiese querido saberlo.
Las paredes en algún momento blanca
estaban sucias, manchas de sangres, salpicones, huellas de manos y
mensajes escritos en letras rojas:
"SOCORRO", "AYUDA",
"NO HAY NINGUNA ESCAPATORIA", "NO QUIERO MORIR"
Me asusté. El ritmo de mi corazón
aumentó. Sentía como como bombeaba la sangre, era como un tambor
tocado muy deprisa. Me temblaron las manos y piernas. Me flaquearon
las rodillas y caí al suelo. Sentí el frío tacto de la sangre otra
vez. Esta vez mi mente voló pensando si sería de alguna victima
anterior a mi.
Traté de buscar donde apoyarme y me
arrastré hacía atrás hacía atrás, hasta que que toqué algo
blando y frío. Me dí la vuelta lentamente. Siendo consciente de que
no sería algo agradable, aún así la impresión fue igual de
fuerte: un cadáver mutilado al que le faltaba un brazo y cuya cara y
brazo restante dejaba ver los huesos.
Sin darme cuenta me levanté de un
salto gritando asustado. Empecé a notar que me faltaba el aire y
comencé a respirar de forma irregular. Al estar cerca del cuerpo
respiré todo el olor del cadáver en descomposición el cual me
provocó arcadas. Traté de evitarlas, pero no pude y acabé
vomitando. Las piernas me flaquearon de nuevo. Cuando terminé me
puse de pie de nuevo y me limpié la comisura de la boca.
Mi mente se había quedado en blanco,
mirando fijamente la imagen del monitor, que no había cambiado hasta
que de repente lo hace y hay alguien en la pantalla, aunque no se le
distingue, solo es un contorno.
-Sal. -la voz era grave y profunda.
Escuché el ruido de una puerta
abrirse, lo seguí la encontré. Salí y todo estaba igual de oscuro.
Anduve con las manos por delante, para tocar cualquier cosa que me
pudiera encontrar, aunque ni siquiera sabía si me querría tocar
algo de lo que ahí había.
Toqué una pared, pero estaba hecha de
madera. Seguí tocando y encontré una borla de acero colgada en la
pared. Podía girarse. Era un picaporte y la pared de madera no era
tal, era una puerta. Estaba cerrada. Intenté abrirla pero no pude.
El silencio solo roto por mis esfuerzos
por abrir la puerta se volvió a romper. Atraídos, seguramente por
el ruido que había hecho, algo se acercó a la puerta y empezó a
golpearla. Me asustó y di un salto hacia atrás. Los golpes se
detuvieron y comenzaron unos quejidos y gruñidos, que se detuvieron
para dar pasa de nuevo a golpes en la puerta. Poco a poco, a los
golpes y quejidos de aquella puerta se le fueron añadiendo más,
todos provenientes de mi derecha. Cada vez más y más fuerte,
potenciándose por el eco.
Me tapé los oídos con las manos y
grité para no escucharlos, pero no era suficiente. Mi grito se
ahogaba por los miles de quejidos y ni siquiera llegaba a escucharlo.
Desesperado, busqué una salida. A mi
izquierda, una pared y nada a mi derecha, solo gritos y golpes. Lo
pensé unos instantes, pero quería escapar de aquel ensordecedor
estruendo que me ponía la piel de gallina. Sin pensarlo cierro los
ojos y corrí hasta que me faltó el aliento.
Seguía escuchando el ruido, pero se
escuchaba lejano. Frente a mi, aunque aún a una distancia
considerable había una luz roja. Cuando recuperé el aliento fui
hacia ella.
"No debí de haber venido. No debí
de haber venido". Fue lo primero que ocupó mi cuando cuando
llegué al origen de la luz roja.
Era una estancia grande. Iluminada con
una tenue luz rojiza que provenía del techo. Alrededor de la luz y
diseminados por todo el techo había cuerpos, todos ellos humanos, de
diferentes tamaños y sexos. Estaban muertos. Colgados de los brazos,
cuellos, bocabajo.... Y cubiertos por todo el cuerpo con alambre de
espino. Cuanto quedaba de su rostro era una expresión de terror que
la luz acentuaba de forma muy macabra.
Las sucias paredes que parecía sacadas
de un hospital tenían estantes con frascos llenos de vísceras,
órganos que aún goteaban y huesos.
En el medio de la sala había una
camilla y tras ella había una persona. Medía más de dos metros.
Tenía cara tapada dejando ver nada más que la boca, que la tenía
cosida. Llevaba un mandil totalmente sucio, manchado de sangre y
restos de órganos, con un bolsillo grande del que asomaba un brazo.
Tenía los brazos llenos de alambre de espino, los cuales sangraban.
Los brazos estaban en carne viva llenos de cicatrices y heridas
abiertas.
Varias cadenas que colgaban del techo
acababan en aquella persona. Dos desparecían tras su espalda y las
otras dos lo mantenían esposado con grilletes en las muñecas.
Aquello lo hacía parecer una marioneta macabra.
Era incapaz de moverme, gritar o
razonar. Estaba paralizado del pánico.
Aquel especie de verdugo cogió algo de
la camilla y se dirigió a un par de cadenas que colgaban solitarias
del techo. Las cadenas chocaron y se movieron. Haciendo ruido a cada
paso que daba.
Cuando me dio la espalda pude ver que
las cadenas que desparecían en su espaldas estaban clavadas en su
espalda con dos enormes anzuelos que se clavaban en la carne para
luego emerger de nuevo. La espalda le chorreaba sangre.
Cogido por la cabeza llevaba un cuerpo
al que arrastraba por el suelo dejando un cerco de sangre. Cuando
llegó hasta las cadenas, se paró y alzó el cuerpo que arrastraba
para clavarlos en los anzuelos en los que terminaba las cadenas. El
cuerpo profirió un chillido de dolor que me taladró la cabeza.
Pensaba que ya estaba muerto, pero no. Su tortura aún no había
hecho más que empezar.
El verdugo se volvió lentamente. Me
vio y se dirigió hacia mi muy despacio.
Intenté huir, pero mis piernas no me
respondían, se habían vuelto tan pesadas como el acero. Cuando
aquella cosa estuvo a poco pasos de mi, algo en mi se encendió y
eché a correr por donde vine, pero la huida duró poco. Choqué
contra algo y caí derribado. No podía haber sido la pared. El
camino era más largo.
Levanté la vista y vi que había
chocado contra otro verdugo, pero este no llevaba la cara tapada y
podía ver su cara deformada, además tenía cristales clavados en la
cara y brazos.
Me cogió por el cuello y antes de que
pudiera reaccionar sentí como algo frío y afilado se me clavaba en
la espalda para luego salir a unos centímetros más arriba. Grité
sin parar. Notaba como el dolor que se extendía desde la espalda a
todas las partes de mi cuerpo. Entonces, se volvió a repetir el
dolor. Me retorcí aún más intentado ver que me había hecho.
Enrollado en el brazo llevaba unas cadenas. Sin poder ver nada más,
levanta el brazo y yo que nunca había sido muy alto y con aquellos
tipos que eran enormes, quedé colgado de las cadenas. Notando el
dolor y como la sangre salía de las heridas.
El dolor me recorría el cuerpo, lo
sentía recorrer cada nervio de mi cuerpo. Sentía como los enganches
en mi espalda iban desgarrando mi espalda hasta quedarse bien
enganchados mientras yo inútilmente intentaba zafarme de aquel
destino.
Apenas era ya capaz de distinguir algo,
el dolor me estaba matando y embotando todos los sentidos. Estaba a
punto de perder la conciencia mientras aquel tipo me llevaba hacía
la camilla. Tal vez fuera mejor así y no saber cual sería mi
tortura, aunque sabía que el dolor que me infligirían seguro me
traería de vuelta para sentir más dolor.
Al leerlo he tenido la sensación de que había leído algo así, pero bueno, que has sabido darle ese toque que has querido :3
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