domingo, 7 de octubre de 2012

Arsénico Origins #2


-Tssssss. Eh, tú. Arsénico. Tú, maldita sea, niñato.
Arsénico consiguió levantarse a duras penas y miró para los lados. No llegaba a ver a nadie.
-¿No me puedes ver y te llamas ladrón? Para tener renombre en el orfanato, no eres gran cosa. ¿Acaso no sabes qué es lo fundamental para ser un ladrón?
-¿Sagacidad y estilo? – Le respondió a la nada.
-No me vengas con tonterías. Lo que hace falta es diligencia, discreción y percepción. – Un chaval salió de unos arbustos apenas sin hacer ruido y agarró el brazo bueno de Arsénico.


Arsénico ya tenía su brazo prácticamente curado, pero eso le daba igual. De hecho, habría ido a cobrar su venganza con el brazo roto si no le hubieran detenido. Ahora mismo estaba en la base del pequeño gremio que le recogió. Era un gremio de ladrones. En el gremio había un par de personas del orfanato, pero nunca habían molestado a Arsénico ni a Dianne. Podían obtener más del gremio que de los cuidadores, así que no sentían ninguna envidia. La persona que recogió a Arsénico fue, de hecho, un internado del orfanato que muchas veces había robado aprovechando que nunca le echarían la culpa a él.
En el gremio Arsénico había aprendido muchas cosas sobre los ladrones que sabía anteriormente. Eran cosas que se sobreentendían en los libros, pero que Arsénico no sabía: La manera más eficaz para moverse sin hacer ruido, lugares para esconderse, respirar sin hacer ruido, utilizar ganzúas y, sobre todo, le dieron mucha importancia al uso de los cuchillos. Al novato ladrón no le pareció algo demasiado importante, el cuchillo sirve para cortar cosas y ya. Pero Arsénico aprendía y no decía nada. Ya se habían reído bastante cuando Arsénico propuso algunas ideas: utilizar cuerdas y peso para levantar tablas o cortinas y camuflarse o impedir el paso, lanzar canicas a un lado para que se piense que estás ahí, cerrar la puerta de un pasillo y engancharse al techo para que los perseguidores no puedan saber donde estás… Todas esas ideas fueron criticadas. ¿Dónde se dejarían una tabla y una cuerda que no se vean? ¿No se vería la canica ser lanzada revelando tu posición? ¿Acaso no miraría alguien hacia arriba? A Arsénico le parecía obvio como corregir todos y cada uno de estos errores, pero nadie quería escucharle.

En dos meses desde que había ingresado en el gremio, su brazo se curó a la perfección y mejoró mucho sus habilidades de ladrón, así como su fuerza física. Ahora era capaz de luchar contra un adulto sin problemas. Y a su parecer, llevaba demasiado tiempo retenido en el gremio. Sacó de donde tenía escondida en su habitación su capa roja y se dijo “Es hora de recuperar lo que es mío.” Del montón de tela doblado sacó una máscara de cartón y volvió a meter la capa en su escondite.

Rinzuin era un cuidador normal y corriente del orfanato de Mar. Adoraba el dinero y odiaba a los niños. Solo había una diferencia: era un cobarde. Nunca se metía con los de su tamaño y siempre sabía que algo malo iba a pasar. Y peor, que algo malo le iba a pasar a él. Intranquilo, fue a cumplir su turno de la compra. Con el dinero de la comida de los niños iban a sacarse un banquete. Un banquete para los cuidadores, claro, como siempre. Salió del orfanato y miró para los dos lados. No había nadie. Dio dos pasos y alguien se abalanzó sobre él, tirándole al suelo y amenazándole con un cuchillo.
-¿Dónde están? – Le gritó Arsénico, con el cuchillo cerca de la garganta del cuidador.
-YO NO SÉ DONDE ESTÁ EL DINERO EN MI BOLSILLO PORFAVORNOMEMATESNOMEMATESPORFAVOR. – Gritó Rinzuin, mirando fijamente el cuchillo.
-Las cimitarras. ¡¿Dónde están las cimitarras enjoyadas?!
-NOMEMATESNOMEMATESNOMEspera… ¿Tú eres el niño ladrón? ¡Je! Y te crees que te tengo mieVALENOMEAMENACESCONELCUCHILLOTELODIRÉTODO.
-¿Y bien?
-Se lo dimos al jefe. Al de arriba. Leyó la nota y dijo que le avisáramos cuando las anomalías.
-E imagino que no se lo dijisteis…
-¡Pues claro que no! ¿Acaso te crees que le íbamos a dejar unas vainas como esas a un niñato? Menuda tonteNOMEAMENACESNOMEAMENACESYOESTABAENCONTRALOJUROLOJUROLOJURO.
-¿Y dónde vive el jefe?
-NOLOSÉNOLOSÉ. Siempre viene uno de sus agentes siguiendo sus órdenes. Él nos interroga y nos paga.
-Mierda. Con esto no avanzo nada. Pero al menos he conseguido algo de información útil… ¿Dices que es ese señor quien os da el dinero?
-SISEÑOR
-Bien. No he descubierto lo que quería, pero me has sido útil… - Arsénico metió la mano en el bolsillo de Rinzuin y sacó un montón de billetes. – También me llevaré esto.
Nada más quitar el cuchillo de la garganta del cuidador, este salió corriendo como el viento hacia el orfanato gritando con una voz aguda. Cuando salió con unos cuantos cuidadores más a sus espaldas, Arsénico ya se había ido. Agarraron a Rinzuin de detrás del cuello de su camisa y se lo llevaron a rastras. Alguien tenía que pagar por el dinero perdido.

Arsénico estaba en su habitación. Cómo las del orfanato, era una habitación individual. La diferencia era que en el orfanato solían haber cinco personas. El joven ladrón estaba tumbado en su cama, abrazado al gran trozo de tela, que prácticamente le tapaba todo el cuerpo, como una manta.
-¿Qué he hecho? ¿En qué me he convertido? – Se dijo, sollozando. - ¿Acaso alguna vez el Conejo amenazó a alguien? No. Sedujo, engañó u obtuvo la información jugando al póquer. Pero nunca amenazó.
“Tampoco lloró. No lo hagas tú, si lo que quieres es ser un digno sucesor. Aprende de tus errores y no los vuelvas a cometer.” Le dijo una voz, al oído.
-Pero no soy un digno sucesor… No tengo ningún principio moral, ni estilo, ni sagacidad, ni nada de lo que tenía el Conejo. Ni siquiera puedo yo seguir a un agente solo para saber dónde vive ese jefe. He tenido que darle ese trabajo a gente más capacitada, soy un inútil… ¿Cómo voy a ser digno de las cimitarras si no puedo obtenerlas yo mismo?
“¿Acaso no tenía el Conejo cómplices? ¿Crees que podía hacerlo todo él solo? Y sobre todo… Todo el mundo tiene sus orígenes. Si todo el mundo tuviera que tener los mismos para ser un digno sucesor ¿No sería eso limitarse a ser una copia? ¿No debe acaso superar a su ídolo? Hazte digno de las cimitarras con méritos, llorar no te llevará a ningún sitio.”

El líder del gremio, Yarlaxel, había llamado a Arsénico a su despacho. Cuando Arsénico entró, vio sentado en una gran silla tras una mesa a un hombre de piel morena, rapado y con un gran sombrero.
-¡Felicidades, Arsénico! Gracias a ti, hemos encontrado a un pez gordo… ¡Si vive en una mansión! Pero claro, también tiene un buen sistema de defensa… Los ladrones expertos en desactivar trampas y sistemas de vigilancia ya están estudiándolo, no tardaremos mucho en ir a trabajar…
-Disculpe señor…
-¿Sí?
-¿Hay alguna posibilidad para mí de participar en el robo?
-¿Qué si la hay? ¿Tú sabes el tamaño de esa mansión? ¡Esto no es un simple robo! Claro que, aún así, normalmente solo llevaríamos a los expertos… Pero tú has descubierto la mansión, así que ¿Por qué no? Sí, muy bien… Vendrás con nosotros. Esta será tu primer gran acto laboral como ladrón y, dependiendo del botín que obtengas, podrías se ascendido en el gremio.
Arsénico salió con una gran sonrisa del despacho.
“No sonrías demasiado. Todavía no sabes realmente lo que te puedes encontrar ahí…”

Había llegado el gran día. Arsénico apareció de pronto al lado de Yarlaxel. Con ellos, había una quincena de ladrones.
-¡COÑO! ¿Cuándo has llegado?
-Señor, a veces, de pronto me vuelvo invisible. Creí que ya le habrían avisado. Es algo que no puedo evitar ni controlar, señor.
-Vaya, así que era cierto… Y yo que pensé que los que me informaron estaban borrachos… ¡Anda, ahí llegan los especialistas!
-¡Señor! Ya hemos desactivado todos los dispositivos de defensa, señor. El camino está libre, salvo por los residentes. – Informó uno de los especialistas.
-Bueno, bueno. La casa es muy grande, sería bastante mala suerte encontrarnos con alguien… Sería un, digamos, desafortunado accidente. ¿No creéis? – Dijo el líder, con una sonrisa maliciosa.
-¡¡SÍ!!- Gritaron todos los ladrones al unísono, riéndose. Todos salvo Arsénico, que no entendía a qué se referían.

En efecto, la mansión era inmensa, aún más de lo que ya parecía por fuera. Al ser su primera misión de este tipo, Arsénico no se separó de Yarlaxel. Eso era todo un privilegio, concedido a Arsénico por haber ayudado en la localización del lugar.
-Hey, chaval, ¿qué es lo que buscas?
-¿Eing? Digo… ¿Qué, señor?
-Estás mirando por todos lados. ¿Qué es lo que buscas? Este es un lugar que poca gente conoce, seguramente tuviste que buscarlo por alguna razón…
-Unas cimitarras, señor. De madera, señor. Con vainas enjoyadas en piedras rojas, señor. Al parecer las dejaron en el orfanato a la vez que a mí, y se las dieron al dueño de esta mansión, señor.
-Vaya, eso sí que sería un gran botín… A ver quién lo encuentra antes, chaval.
Entonces, algo inesperado ocurrió. Una adolescente salió una puerta cercana. No llegó a divisarles pues estaban escondidos, pero casi lo hizo. Arsénico tenía los ojos abiertos como platos. Era Dianne.
-Oh, vaya… No podemos movernos sin que nos vea, y se dirige hacia aquí… Veo que tendré que tomar… medidas drásticas. – Yarlaxel empezó a sacar unas pequeñas dagas de su bolsillo. Arsénico nada más entender lo que se proponía, le agarró del brazo e intentó tirarlo al suelo. Dianne les vio luchar en el suelo. Arsénico cogió su cuchillo con la mano libre e intentó atacar a su jefe, el cual le agarró y desarmó con una mano. Con un movimiento de muñeca se lanzó una daga a una de sus manos libres y atacó a Arsénico a la cara. No lo suficientemente rápido, la daga le hizo un tajo cruzándole el ojo derecho de arriba abajo. Dianne corría para ayudar a su amigo. Rápidamente y con una mirada frívola, Yarlaxel le clavó una daga en el corazón. Se disponía a rematar al traidor, cuando algo le golpeó por atrás. Se giró, pero no había nadie. Recibió otro golpe por el lado. Yarlaxel agarró un montón de dagas en cada mano y las lanzó alrededor suya y, cogiendo un silbato, salió corriendo. Un pitido resonó por toda la mansión. Los ladrones se retiraban.

Arsénico se arrastró hacia su amiga, con la cara llena de sangre.
-NO. – Agarró la sudadera de Dianne por el cuello. – NO PUEDE SER. ESTO NO DEBÍA DE SER ASÍ. – Casi no podía hablar, por el dolor y por las lágrimas. - ¿QUÉ ES LO QUE HE HECHO?
“Arsénico…”
-¿QUIÉN ME HABLA?
“Detrás de ti…”
Arsénico se giró. Un señor mayor, llevaba una máscara y tenía unos dientes largos de conejo estaba apoyado contra el muro. Tenía una daga clavada en el estomago y otra entre las costillas.
-Hijo… espero que aprendas de tus errores… Y… que no todo… sale siempre como uno desea….
-¿QUIÉN ERES TÚ?
-Yo… he estado… protegiéndote… El arsénico… en la sala prohibida… Y también aconsejándote… He sido un mal padre… Pero no dudo… que he conseguido educarte… para que puedas… sobrevivir en este… duro mundo… Nunca… conseguí… controlar… la invisibilidad… Pero tú… estas a tiempo… Consigue… las… cimitarras…
-CONEJO… PADRE… ¿POR QUÉ?
-Aprende… De tus errores… de tu pasado… Porque estos… Son tus orígenes… Y son… los que te harán fuerte… - Poco a poco, se quitó la máscara… y también los dientes falsos.
-Siempre supe que eran falsos… ¿Quién revelaría su verdadera cara? – Dijo Arsénico, sollozando, sin fuerzas. El Conejo hizo una mueca, intentando sonreír.
-Ahora sé… que al menos… me superaras…
Dejó caer la máscara y los dientes al suelo y cayó para adelante. Arsénico, entre las dos personas más influyentes en su vida, perdió todas sus fuerzas y se desmayó. Aún así, consiguió murmurar: “Nunca fui un digno sucesor de Lapin…”

2 comentarios: