lunes, 23 de abril de 2012

Llegando a Hogwarts


Aún no se creía todo lo que había pasado. Muchas emociones fuertes en muy poco tiempo.

Andaba por el largo andén lleno de gente. Empujaba el carrito cargado con un gran baúl, un par de maletas más y una jaula con su nuevo gato pardo atigrado. Varias personas se le quedaban mirando al ver que llevaba un baúl.

Se fijó y vio que había algún que otro niño que también llevaba un cargamento parecido, pero en vez de llevar un gato llevaban una lechuza o un sapo.



Sus padres le llevaron hasta el andén 9 y se pararon delante de la gran columna que lo separaba del 10.

-¿Dónde esta el andén nueve y tres cuartos? -les preguntó.
-Sigue adelante. No te detengas, y no tengas miedo. - le contesto su madre acariciándole la cabeza.

Dudó unos instantes, pero después de todo lo que había vivido los últimos días, esto era lo que menos raro que podía encontrar.

Cogió impulso y con una rápida carrerilla se enfrentó a la columna. Esperaba que la dura piedra lo parase y lo hiciera caer, pero en vez de eso la atravesó y en el mismo instante que lo hizo se encontró en otro andén distinto: Tenía colgado un cártel con su nombre "Andén nueve y tres cuartos". Todo estaba lleno de vapor que el gran tren escarlata y negro, que como un rótulo decía era el "Expreso de Hogwarts", desprendía por sus chimeneas.

Allí, delante del tren había centenares de personas, muchos de ellos padres que despedían a sus hijos, algunos ya montados y asomados a la ventanilla y otros aún dándose el último abrazo antes de marcharse. Lechuzas revoloteaban ululando sin parar y varios gatos andaban entre las piernas de las personas que aguardaban la salida del tren. Todo el andén era un hervidero de gente que iba y venía, algunos bien conjuntados, otros llevaban extraños conjuntos.

Sus padres aparecieron a su lado.

-Hace ya muchos años, que tú madre y yo montamos en el Expreso de Hogwarts y fuimos nombrados miembros de una de las cuatro casas de Hogwarts- le dijo el padre agachándose y poniéndose a su altura.
-¿Y si en la casa que me toca a todos les caigo mal?
-Seguro que habrá alguien con el que te llevarás bien. -le respondió su madre agachándose y poniéndole bien el chaleco, que le quedaba un tanto grande y se le había descolgado del hombre derecho. -Además, podrás relacionarte con los alumnos de las demás casas.

No estaba muy seguro, pero asintió.

Se oyó un silbido.

-Vamos, es la hora de subir. No quiero que pierdas el tren tú primer año.

El padre le cogió el carro y le ayudó a subir las cosas hasta un vagón vacío del tren.

Ambos le abrazaron.

-Recuerda que pase lo que pase y caigas en la casa que caigas, te querremos igual. -le dijo su madre
-Es verdad, pero si no vas a Slytherin te querré menos.

Algo se le encogió en el estómago. Desde que sabía que iba a acudir a Hogwarts, no había dejado de buscar información en libros, y todo cuanto había encontrado era que allí iban los magos de peor calaña y los que más mortífagos había producido. No quería acabar allí, pero su padre, un Slytherin, era lo que quería.

-Es... es broma, ¿verdad? le preguntó un poco asustado.
-¡Evidentemente!-le dijo mientras le dio de nuevo un abrazo.
-Venga vámonos, el tren esta a punto de ponerse en marcha.

Se dieron una última ronda de besos y abrazos y su madre le dio un pequeño saco de terciopelo verde con unos pocos knuts, un par de sickles y un par de galeones mientras le dijo que se podía gastar un poco en el carritos de las chuches que más tarde pasaría.

El tren arrancó finalmente. Corrió a la ventanilla y se despidió de sus padres que estaban despidiéndolo también. Cuando el tren salió del andén y los perdió de vista. Se puso de pie en el asiento y abrió la jaula de Reed, su gato. Se sentó con él en el regazo y lo acarició mientras miraba por la ventana como las casas pasaban a toda velocidad por la ventanilla.

Los nervios de los último días aumentaron. Todo avanzaba muy rápido, no estaba seguro de estar preparado para ellos, pero por otra parte le hacía mucha ilusión el saber que era mago.

La puerta del compartimiento se abrió y un chico de su misma edad, pero un poco más bajito entró. Tenía el pelo gris, se veía que no era natural, pero tampoco un tinte. Pensó que se trataría de un hechizo. Cambien llevaba unas gafas redondas.

-¿Están ocupados estos asientos? -preguntó tímidamente.
-¿Qué? No, no. Puedes sentarte.

Estaba nervioso,no esperaba tener visita tan pronto.

El muchacho entró y se sentó enfrente suya.

-Me llamo Rufus. -dijo no muy seguro.
-Terrance. Y él es Reed. -le dice enseñándole el gato al ver que se le había quedando mirando.
-Yo tengo una lechuza, pero se ha quedado en el otro compartimiento.
-¿Por qué te has ido del otro?
-Mis otros compañeros eran muy molestos.

Ambos se quedaron cayados mirando por la ventana como pasaban los verdes campos, en los que de vez en cuando había algunas vacas hasta que se convirtieron en bosques con ríos serpenteantes.

-Eres de primero, ¿verdad? -le preguntó el chico del pelo gris.
-Si. ¿Tú también?

Asintió.

-¿No estas un poco nervioso?
-La verdad es que si.

Empezaron a hablar sobre lo que cada uno esperaba encontrarse en el colegio de magia hasta que, sobre las 12:30, pasó una mujer con un carrito lleno de  chucherías y golosinas. Cada uno se compró un par de ranas de chocolate y una caja de Grageas Bertie Bott de Todos los Sabores.

Rufus se dio cuenta de que Terrance estaba sorprendido con las nuevas golosinas que acaba de comprar.

-¿Nunca antes las habías comido?
-Que va.
-¿Vienes de padres muggles?
-No, pero mis padres son partidarios de integrarse lo máximo posible con ellos, así que sobre los magos se poco. Nunca antes había comido ninguna chuchería de estas.

Pasaron la tarde riendo y poniéndose a prueba comiendo grageas de todos los sabores.

Cuando anocheció, se pusieron las túnicas.

Cuando oscureció y era difícil distinguir algo por la ventanilla se escuchó una voz que retumbó por todo el tren.

-Llegaremos a Hogwarts en dentro de unos minutos. El equipaje será llevado más tarde al colegio.

Terrance no pudo evitar ponerse nervioso otra vez.

El tren aminoró la marcha hasta que acabó parando y salieron del tren entre toda la marea de alumnos que salían a la estación.

Terrance se quedó sorprendido al ver a un hombre enorme, de más de dos metros de altura y con largos pelos y barbas negro azabache con un candil en la mano.

-¡Los alumnos de primero conmigo, por favor!

Todos los alumnos  formaron una especie de corro alrededor suya y lo siguieron por un estrecho camino hasta un pequeño embarcadero. A lo lejos, un enorme castillo con los miles de ventanas iluminadas les esperaban. Ninguno fue capaz de reprimir su admiración al verlo.

-No más de tres o cuatro por barca. -dijo montándose en una.

Todos lo imitaron.

-¿ Estáis ya montados? Pues, ¡Adelante!

Lar barcas se empezaron a deslizarse por el gran lago negro camino al castillo.

3 comentarios:

  1. Qué chulada, me ha entrado morriña y tó xDDD

    Y lo del pelo gris ha sido un puntazo :P

    ¿Seguirán viviendo aventuras?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Imagínate a mi que me he releído un par de capítulos para no cagarla xD Y si, me gustaría que siguiesen viviendo aventuras :_)

      Eliminar
  2. mola!! Que siga, que siga xD
    Cuando puedas continuar, por supuesto.

    ResponderEliminar