jueves, 26 de enero de 2012

El Demonio y la Princesa. Acto I

 Hace mucho tiempo, en un reino muy lejano llamado Lusia hubo una guerra entre humanos y demonios.

 Liderando a los humanos se encontraba el rey de aquel reino, un hombre firme, justo y maduro que se había hecho querer pese a las excentricidades de su padre, que fue quien condenó el reino a caer bajo las fuerzas del Inframundo.

 Por el contrario, liderando a los seres del averno, se encontraba el hijo del rey de una de las 5 partes del mundo infernal, un joven demonio agresivo y alocado que daba órdenes incluso a los demonios más poderosos pese a que poseía una conducta completamente caótica.

 Pero, aún siendo grande su fuerza, su inmadurez y su osadía le costaron la victoria y la libertad. En una batalla en la que la sangre mortal e inmortal se derramaron hasta que la tierra se tornó roja el rey humano fue retado a duelo por el príncipe infernal, cayendo entonces el joven en la trampa del viejo, que le engañó y le derrotó, haciendo que las fuerzas demoniacas se desvanecieran al instante.

 Y así, el rey castigó al joven demonio a dormir durante siglos sin cuerpo en el mundo de los humanos … O al menos eso es lo que el humano planeó.

 Pasaron 28 años. El rey fue coronado con plenos poderes sobre el reino de Lusia y mandó construir un castillo justo encima de dónde fue la batalla, para conmemorar y santificar aquella batalla y guardar el lugar dónde ahora descansaba el demonio. Se casó y tuvo una hija, a la que llamaron Victoria. Jovial y poco gustosa de los altos ambientes de palacio, se ganó el cariño de sus congéneres, que la recordarán cariñosamente como Vicky.

 Porqué le llamaban así es fácil de entender si le conociste. En lugar de vestir como las chicas de la nobleza, solía ir por el palacio con ropas mezcladas de guerrero y trotamundos, con las armas de su padre a la cintura y perseguida siempre por sus ayas y sirvientes de cámara, con quienes jugaba unas veces y otras tantas simplemente huía.

 Se conocía el castillo del que os hablé de cabo a rabo excepto un único lugar: una sala tras una puerta escondida tras unas hiedras en el jardín trasero. Sólo entró allí una vez cuando tenía 8 años y tal fue la reacción de su padre que jamás se atrevió a volver a hacerlo.

 Hoy nuestra princesa cumple 18 años. En breve deberá elegir un pretendiente para poder dar un rey al trono de su reino. Ella, que quiere seguir siendo una niña, ha rechazado a todos, incluso a los que les resultaban guapos y atractivos, sólo con tal de poder seguir jugando a los aventureros en su castillo. “Ya gobernaré yo sola cuando toque, papá” le dice a su preocupado padre.

 Por desgracia no es un día feliz. Una nueva guerra se ha cernido sobre el orgulloso reino de Lusia. Y aunque humanos en esta ocasión, esta vez el reino no es capaz de hacerles frente como a sus antiguos enemigos sobrenaturales. Y por ello las tropas del enemigo ya se ciernen sobre el hogar y la familia de nuestra protagonista…

 **** 

-¡Rápido princesa, no hay tiempo!

 Dos figuras cruzaron las galerías del castillo de Lusia amparados en la oscuridad. El nombre de la primera era Markus. Alto, fornido y siempre tocado con un característico mostacho demostraba siempre ser un guerrero de la antigua usanza. Amigo del rey desde su infancia y compañero de aventuras suyo tanto en los momentos de paz como en los de guerra merecía más llamarse “noble” que cualquiera de los miembros de la corte.

 Le seguía Victoria, ataviada con ropas que escondían su origen real. Tenía los pelos alborotados a conciencia, pero la situación tampoco habría permitido tenerlos atusados.

 El sonido de las catapultas al disparar volvió a rasgar la noche. Ambos miraron al cielo preocupados.

-¿Quiénes son Markus? ¿Porqué le hacen esto a Lusia?
-Son relianos, princesa. Su bárbaro afán de conquista no conoce los límites impuestos por la diplomacia de las naciones del Este.
-¿Qué… que le pasará a pap… a mi padre?- La voz de la princesa se quebró. Cualquiera perdería el control en una situación así.

 Markus no la miró. No soportaba ver a las mujeres llorar. Continuó caminando en silencio hasta que llegaron al jardín trasero de palacio. Las plantas a la luz de la luna contrastaban con las puertas del castillo, que estaban ardiendo. Pero ellos no podían verlas.

-Tomad- Le entregó una vaina con una espada dentro, no más larga que el antebrazo de la princesa. -Es la que imagináis. Vuestro padre no la necesita contra estos enemigos. Pero tal vez tú si puedas darle un uso.
-¿Qué debo hacer?
-Tomaremos una salida que hay bajo el muro. Huiremos hacia el nordeste, a las Montañas de Sanpan. Mientras un miembro de la familia real esté vivo Lusia seguirá teniendo fuerzas para repeler a cualquier invasor
-Una lástima…- Una molesta voz con el característico acento reliano se introdujo en la conversación. -Lusia no va a poder ver a su familia real acabar ese plan...

 Markus se limitó a desenvainar. 4 figuras surgieron desde detrás de los árboles y los muros. Cada una desenvainó una hoja reliana, curvas y afiladas. Markus se puso en posición de combate y miró de reojo a la princesa.

-¡Huid!- Le espetó. Y se lanzó al combate sin más.

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