sábado, 29 de octubre de 2011

The Ritual

Cuenta una leyenda que perdido en medio de un bosque, perdido entre montañas en una tierra lejanas existe un castillo. Poca gente sabe del horror que sus paredes ocultan.
En ese castillo se llevó a cabo un ritual, y no uno purificador,no. Se llevó a cabo uno de los peores que se puedan imaginar. El amo del castillo, una persona inteligente y justa, pero joven e ignorante quedó fascinada por la magia negra.



Todo comenzó el día que encontro un libro en la biblioteca de su castillo. el libro hablaba de como traer de vuelta al Dios Demonio, el rey del Mal y creador de toda la oscuridad y maldad que reina en el universo.
Al principio la idea le aterró y pasó días en sus aposentos dandole vueltas si debía quemar o no el libro. Finalmente su mente decidió, el libro debía de ser quemado, tal libro no debía salir nunca a la luz.

Mando a sus criados a buscar el libro y que crearan una fogata a las afueras.
Cuando todo estuvo listo, salió fuera y mandó que lo dejaran solo.
Miró el libro y luego miró la fogata. Estaba decidido pero en el preciso instante en el que iba lanzarlo algo en su mente volvió a cambiar. el libro lo sedujo, algo le llamó, la curiosidad: saber si realmente el libro relataba algo que era real o era simplemente una broma para acongojar a aquellos que cayeran facilmente en una trampa semejante.

Estuvo días y noches sin parar de leer el libro, parecía que el lo había absorbido, para el joven rey no existía otra cosa que no fuese el libro.

Cuando finalmente consigió terminar de leerlo tenía un aspecto lamentable, su piel había palidecido y sus ojos ahora con ojeras habían perdido toda expresión.
Había descubierto algo, creía saber como convocarlo y no iba a dudar en hacerlo, pues ¿qué perdia por intentar?

Convocó a todos los del castillo en la sala del trono, y después de que todos entraran cerró rapidamente la puerta y los encerró con el dentro.

Con un cuchillo se hizo un corte en al mano y con la sangre que brotaba dibujo un circulo con una estrella dentro y unos símbolos alrededor de este. Luego se dirigió a todos los presentes y los fue acuchillando uno a uno.

Las caras de los sirvientes reflejaba el pánico, el horror de una muerte seguro e inminente de la que no iban a poder huir. La cara del rey se mantuvo impasible ante las súplicas y dudo ni flaqueó al acabar con todos y cada uno de ellos.

Todos estaban ya en el suelo, inertes y la sangre brotaba e impregnaban el suelo de rojo, como si de una alfombra se tratase.

El rey se puso en el centro del círculo mágico y pronunció las palabras que tan bien se aprendió mientras se leía el libro. No paso nada. Volvió a repetir las palabras. Nada. Salió corriendo en busca del libro. Buscó las palabras. Sabían donde estaba, sabía donde estaban. Comparó las escritas a las que tenía memorizadas. Ninguna diferencia. Repasó lo que había hecho. Ninguna diferencia.

Soltó el libro. Cayó en un golpe seco. El rey volvió, dando tumbos y apoyándose en las paredes, a la sala del trono.

Se dio cuenta de su error: había caído en la trampa, se había dejado llevar por la curiosidad y no le había importado acabar con todo sus sirvientes. La culpa le comía por dentro, no debería de haber hecho lo que había hecho. Se sentía fatal, todo le daba vueltas. Se sentó en su trono y contempló lo que el mismo había creado y creyó ver la única forma de aliviar el pesar de su alma. Cogió el cuchillo y sentenció su alma, decidió  correr el mismo final que sus sirvientes.

No había sido un buen rey y eso lo sabía y era una de las cosas que más le pesaba en el alma.

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