Pesadilla
Frío, demasiado frío, al abrir los ojos no pude ver nada, estaba todo en tinieblas... o eso creía, pude ver a alguien al mirar a mi alrededor o, mejor dicho, su silueta. Unas luces de un color verdoso se encendieron e iluminaron un poco la estancia, no podía verle por completo, pero sí distinguirlo, estaba detrás de una especie de una jaula gigante con una barras de acero enormes, era como si alguien no quisiera que esa persona escapara.
Poco a poco me fui acercando a la jaula y vi sus ojos, parpadeando, sin emociones me atrevería a decir, pero brillaban con un intenso enfado. Toqué una de las barras, lo que le sacó de la especie de trance en el que permanecía y se acercó a una velocidad pasmosa, alargando el brazo, sacándolo entre las barras e intentado alcanzarme... intentando, porque algo tiró de mi hacia atrás y me dio la vuelta, un hombre con el pelo rojo, de ojos negros... mi padre.
- No podrás protegerlo siempre de mi...- Una voz tan fuerte como trueno, era sin duda la voz de aquella persona.
- Es posible, pero debo intentar posponerlo todo lo posible, soy su padre después de todo, haré todo lo que esté en mi mano.
- No será suficiente, algún día abrirá los ojos cuando tu maldito hechizo se rompa, y no tardará...
- ¡Hola hijo! Me alegro mucho de verte.- Estaba intentando distraerme, no quería que me diese la vuelta.
- Nos volveremos a ver, Leomaris... por supuesto, espero que tú te pudras en el infierno, Igni.
- Oh vamos, sabes muy bien que no puedo hacer eso, pero en fin, ¿Te importaría callarte un momento? - alzó un brazo y la persona misteriosa salió volando, los únicos huecos que había entre los barrotes se cerraron con una piedra con extraños grabados brillantes mientras que él soltó un alarido de furia que me heló la sangre. - bueno, eso deberá retenerlo aún mejor durante un tiempo, lo que quería decirte, hijo, es que ha sucedido lo que llevaba un tiempo temiendo, en tan poco tiempo es imposible explicarlo todo, así que te haré un resumen, debes buscarme, hay una persona a la que conozco desde hace bastante tiempo que es muy buen amigo mio, se llama Raksa y en este momento debería estar por Lid, tienes que encontrarle, él te protegerá. Debéis ir a la capital del reino de Eludim, a Farconis, si no tardáis mucho, nos veremos allí.
Sonó un fuerte golpe, y me di la vuelta, la persona misteriosa estaba golpeando las paredes y barrotes, tenía una fuerza tan descomunal que hacía temblar la gigantesca jaula, uno de los numerosos grabados se apagó y se partió la parte de pared que cubría, cayendo al suelo. Intenté hablar con mi padre, pero se había esfumado. Otro golpe, otro grabado menos, una llama infernal empezó a salir por los dos únicos huecos. Cesó, otro golpe más, otro grabado menos y un hueco nuevo, a la altura de mi cabeza. Aquella sombra me vio, empezó a sacar la mano, hacia mi cara, estaba paralizado del miedo... y me agarró de la cabeza con sus manos, o mejor dicho, garras, tiró de mi hacia el hueco de la jaula y pude ver por completo que sus ojos eran dorados.
Poco a poco me fui acercando a la jaula y vi sus ojos, parpadeando, sin emociones me atrevería a decir, pero brillaban con un intenso enfado. Toqué una de las barras, lo que le sacó de la especie de trance en el que permanecía y se acercó a una velocidad pasmosa, alargando el brazo, sacándolo entre las barras e intentado alcanzarme... intentando, porque algo tiró de mi hacia atrás y me dio la vuelta, un hombre con el pelo rojo, de ojos negros... mi padre.
- No podrás protegerlo siempre de mi...- Una voz tan fuerte como trueno, era sin duda la voz de aquella persona.
- Es posible, pero debo intentar posponerlo todo lo posible, soy su padre después de todo, haré todo lo que esté en mi mano.
- No será suficiente, algún día abrirá los ojos cuando tu maldito hechizo se rompa, y no tardará...
- ¡Hola hijo! Me alegro mucho de verte.- Estaba intentando distraerme, no quería que me diese la vuelta.
- Nos volveremos a ver, Leomaris... por supuesto, espero que tú te pudras en el infierno, Igni.
- Oh vamos, sabes muy bien que no puedo hacer eso, pero en fin, ¿Te importaría callarte un momento? - alzó un brazo y la persona misteriosa salió volando, los únicos huecos que había entre los barrotes se cerraron con una piedra con extraños grabados brillantes mientras que él soltó un alarido de furia que me heló la sangre. - bueno, eso deberá retenerlo aún mejor durante un tiempo, lo que quería decirte, hijo, es que ha sucedido lo que llevaba un tiempo temiendo, en tan poco tiempo es imposible explicarlo todo, así que te haré un resumen, debes buscarme, hay una persona a la que conozco desde hace bastante tiempo que es muy buen amigo mio, se llama Raksa y en este momento debería estar por Lid, tienes que encontrarle, él te protegerá. Debéis ir a la capital del reino de Eludim, a Farconis, si no tardáis mucho, nos veremos allí.
Sonó un fuerte golpe, y me di la vuelta, la persona misteriosa estaba golpeando las paredes y barrotes, tenía una fuerza tan descomunal que hacía temblar la gigantesca jaula, uno de los numerosos grabados se apagó y se partió la parte de pared que cubría, cayendo al suelo. Intenté hablar con mi padre, pero se había esfumado. Otro golpe, otro grabado menos, una llama infernal empezó a salir por los dos únicos huecos. Cesó, otro golpe más, otro grabado menos y un hueco nuevo, a la altura de mi cabeza. Aquella sombra me vio, empezó a sacar la mano, hacia mi cara, estaba paralizado del miedo... y me agarró de la cabeza con sus manos, o mejor dicho, garras, tiró de mi hacia el hueco de la jaula y pude ver por completo que sus ojos eran dorados.